Mercado de la calle Feria (Sevilla)

Esta plaza de abastos está ubicada un edificio muy antiguo: data nada más y nada menos que de 1719, lo ampliaron en 1837 y desde entonces, como es lógico, se han hecho varias obras y  modificaciones (la última es de 1982). No es en mi opinión de las mejores plazas de la ciudad pero, sin duda, tiene un sabor y un punto antiguo, así como un ambientillo de lo más agradable, al fin y al cabo está en todo el meollo de una de las zonas con más solera de Sevilla. Probablemente debido a lo antiguo del edificio, las calles de este mercado son bastante estrechas y el interior poco luminoso. Pero tiene una verdura muy recomendable y buenos puestos de pescado, así como los inevitables puntos de flores de toda plaza que se precie, como este:

También como todo buen mercado cuenta con un par de bares de tapas, que lógicamente se nutren de la materia prima de la plaza, y en los que es muy agradable desayunar o bien tomar una cerveza frequita acompañada de alguna delicia, según la hora a la que vayáis. Porque a los mercados de abastos hay que ir, su oferta es con diferencia muchísimo mejor a la que encontramos en los grandes comercios (más cómodos y con horarios más amplios, eso sí), dan de comer a mucha gente, y tampoco cuesta tanto trabajo organizar la compra semanal acudiendo a estos sitios donde, desde luego, la materia prima que se puede adquirir es bastante más recomendable que esas cosas insípidas que nos colocan dentro de bandejas plastificadas en las grandes superficies. También como todas las plazas de abastos, la de la calle Feria tiene los sábados por la mañana y a medio día un ambiente estupendo y divertido, merece la pena acercarse. Aquí tenéis algunas de las fotos que hice la última vez que fuí.

 Aunque como os he contado el de la calle Feria es un mercado antiguo y con solera, también está abierto a cosas nuevas. En su exterior tiene una pequeña tienda ecológica, donde podréis encontrar tés, semillas, especias... aunque solo sea por curiosidad, conviene pasar por allí.

Siempre que brujuleo por los mercados me da por pensar en las personas que viven cerca de estas joyas, e inevitablemente me entra un arrebato de envidia. Pero no de la sana: de la mala, de la de verdad; es que me encantaría tener algo así debajo de mi casa...