Una de las cosas que más me gustan de la cocina es su parte social. A ver, me explico. Yo disfruto como una enana cocinando por mi cuenta, pero tengo la suerte de haber crecido en una familia grande en la que esto de los fogones es un asunto que a todos nos gusta, y en torno al cual hemos pasado ratos la mar de agradables: nos tira eso de guisotear juntos y, mientras uno hace una cosa, el otro hace otra, y cuando uno va a picar unos ajos para lo suyo le pregunta al de al lado, y le dice que sí, que le vaya picando un par de ellos... y al final salen varios platos, entre risas y charlas deliciosas, y luego nos los zampamos con los que se apuntan al final que, siempre, han visto que había movimiento en los fogones y la cosa prometía. He hecho esto de la cocina social mucho con mis padrinos, con mi madre, y con algún que otro primo. Y también con amigos aficionados a esto de cocinar y comer, mientras uno le hace de "pinche" al otro.
Esto que os cuento de la parte social de la cocina me pasó hace poco, pasando un delicioso fin de semana en Islantilla, en casa de Ricardo y Reyes. Además de buenos amigos ellos son grandes cocineros y estómagos agradecidos, y parte del finde consistió en hacer croquetas juntos (bueno, croquetas y alguna cosilla más que también cayó... por ejemplo el guacamole de atún que hace Reyes, que se te caen dos lagrimones, y del que ya os hablaré en alguna entrada, o las berenjenas a la parmesana). A lo que vamos. En atención a Ricardo, esta vez las croquetas fueron de pollo y jamón y, salvo los ingredientes, el procedimiento fue el que ya os he contado otras veces (por ejemplo aquí, aquí o aquí). Se cuece un par de minutos en agua con sal, perejil y pimienta un filete de pechuga de pollo que luego troceamos, y que mezclamos convenientemente con la mitad de un paquete de tacos de jamón que vienen ya picados bastante pequeños. Nos trabajamos ajo y cebolla en una burunoise pequeña sofritos en aceite y mantequilla, sobre eso mareamos harina de repostería hasta que pierde el toque crudo y, durante ese proceso, se añade nuez moscada, algo de pimienta negra recién molida, y sal (pero ojito, que el jamón...) Esta vez también añadimos perejil fresco picado, que nunca sobra y siempre da, además de color, un leñazo de vitamina C. Y luego ya sabéis, a trabajarse esta roux (enriquecida) con leche, meneando y meneando, hasta que esté en su punto. Luego se lían las croquetas (cosa que es mucho más ameno hacer en compañía) y las que no caigan ese día pues al congelador.
En este caso nos zampamos una buena parte de las croquetas (disculpad la foto, pero la hice con el móvil...) de pollo y jamón al sol, con cerveza helada y un magnífico tinto de verano, frente a un enorme césped con muchos árboles (y pájaros, y conejos...) hablando de lo divino y lo humano, sobre todo de lo segundo. Y de la crisis, claro :( Una parte del asunto (de las croquetas, me refiero) se quedó en el congelador, para otras guerras. Pero las que nos tomamos nos supieron a gloria... aunque sospecho que no fue tanto por ellas como por la excelente compañía y, en lo que a mí respecta, porque cocinando (y pasando ratos) con estos amigos me siento como en casa. Como en familia. Gracias por ser como sois y por brindarme el placer de vuestra compañía. ¡Y las próximas de setas!
Tienes mucha razón, yo también practico la cocina social y disfruto mucho....las croquetas y el plan que tuviste me ponen los dientes larrrrrrrrgos!
ResponderEliminarYa está aquí la tonta de las croquetas, llename un tupper Susana! que me lo como esta noche sin pensármelo! :D
ResponderEliminarQué ricura!!
Un beso!
Si es que quedamos para comer pero realmente quedamos para hablar. Pero si pones unas buenas croquetas en la mesa a lo mejor alguien guarda silencio por unos segundos
ResponderEliminarAsí da gusto comer croquetas!!! ja,ja,ja. Esperamos las de setas. Besos y buen finde.
ResponderEliminarTe quedaron bárbaras.Un placer reunirse con familia y amigos para cocinar y disfrutar de un día de verano. En fin, con ese tinto de verano y buen clima, estas croquetas son ya el broche de oro, qué buenas!!!
ResponderEliminarLa verdad es que cuando cocinas tambien te gusta hacer "esa vida social" que tu dices, de todas formas no todo el mundo sirve para cocinar con gente, hay veces que es mejor estar sola pues te pueden estorbar,pero cuando encuentras a personas que sabes que se manejan bien es una gozada. Desde luego estas croquetas tienen una pinta fantastica, el toque del jamoncito le va que ni pintao. besitos
ResponderEliminarTienes toda la razón Susana,cocina social jejeje a mi me encanta,me suele pasar con mi madre o mi hermana (últimamente mucho) y la verdad es que se disfruta mucho más,al que le guste cocinar claro,porque al que no le guste no disfruta tanto si tiene que hacerlo.A mi me encanta y disfruto muchísimo.Este finde,no habrá cocina social,así que pal próximo :) Bss
ResponderEliminarBuenas noches Susana, me he tomado un respiro a mitad de vacaciones para poder visitar los blogs amigos, los cuales hecho mucho de menos, y por lo que veo sigues preparando cosas buenísimas y originales, como estas estupendas croquetas que nos has preparado, que tienen una pinta inmejorable, al igual que su sabor. Felices vacaciones
ResponderEliminarUn saludo Paco
Que buenas son las croquetas y de cuantos apuros te sacan. Yo las hago muy parecidas y el jamón que utilizo es, siempre que mi bolsillo me lo permite, jamón ibérico. Un saludo.
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