Pastel de berenjenas

He tenido el blog abandonado varios días porque, como todos  los años, el final de curso está contradiciendo los tópicos al uso sobre los funcionarios en general, y los profesores en particular. Me encantaría saber quienes son los que sobran, no trabajan, tienen tres meses de vacaciones, pasan de todo... No los veo a mi alrededor, la verdad. ¿Dónde los tienen escondidos? Y sobre todo ¿quién? ¿y para qué?

En fín, que estas dos últimas semanas (y lo que me queda) me las he pasado mal-comiendo tapas sueltas cerca del trabajo y, los días que he podido venir a casa, he tirado de cosas que tenía preparadas en el congelador. Poco a poco he estado cada vez de peor humor y con el cuerpo más desencajado, definitivamente soy adicta  la comida casera, sin ella no estoy bien. Este fín de semana, por seguir abundando en el tópico, me lo estoy pasando en casa trabajando, mientras fuera hace calor y, a escasos 10-15 minutos, la playa acoge ya a mucha gente con ganas de arena, sol y chiringuito. Ya me desquitaré, ya. Hoy es domingo y he decidido que el mono puede más que yo, así que he mandado la comida congelada (por mí, pero congelada) a tomar viento fresco y he decidido hacerme de comer en condiciones. Lo bueno de estar varios días de tapas es que, de vez en cuando, te encuentras con alguna sorpresa; yo el lunes probé un pastel de berenjenas que me encajó el cuerpo y el estado de ánimo y que, con algunos cambios, he tratado de reproducir hoy en casa. El resultado me gusta pero me sugiere algunas variantes; en cualquier caso, os lo cuento como siempre todo y espero, también como siempre, vuestras opiniones.

Con una mandolina (si no tenéis compráos una, que merece la pena, y si no queréis, usad un cuchillo bien afilado y muuuucha paciencia) he cortado berenjenas peladas en láminas como de medio dedo de grosor. Como siempre las he tenido un buen rato en agua con muchísima sal (para que pierdan el amargor) y luego media hora en leche. En el momento de montar el plato las he escurrido y secado con papel de cocina y, con una placha de asar (vale una sartén grande, claro), las he hecho a la plancha pero no demasiado. Seguro que fritas también valen, pero así os aseguro que quedan muy bien y la operación bikini lo agradece :)

Sólo queda montar el pastel, en una fuente que resista el calor del horno. Hay que poner una capa de berenjenas, luego otra de fiambre de pollo o de jamón york (yo he usado el primero, que es lo que suelo tener en casa), otra de queso en lonchas (pero del de verdad, el que se funde, no uséis tranchetes ni nada de eso, que no sirven de nada), otra de berenjenas, y así hasta formar un par de pisos con todo el asunto. Cuando acabéis hay que pinchar groseramente el pastel con un cuchillo y rociarlo con nata o con leche Ideal (yo siempre uso la segunda) pero sin pudor, en abundancia, hasta que ésta casi cubra el pastel después de impregnarlo bien (de ahí los cortes de cuchillo que hay que hacer antes).

Luego he puesto queso rayado en abundancia y lo que tenido 15 minutos en el horno, la mitad del tiempo normal y la otra mitad gratinando. Este ha sido el resultado.

¿Qué os parece? Está buenísimo pero yo, la próxima vez, creo que en las capas voy a poner un poco de tomate frito casero, a ver qué pasa :) Creo también que, si se monta en un recipiente de esos de papel de aluminio, no hay ninguna razón para no poderlo congelar, y así se tiene algo rico y casero para esos días en los que, como yo últimamente, no hay tiempo de cocinar pero sí hay que comer bien y cuidarse, que nos lo merecemos.