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sábado, 29 de abril de 2017

Quinoa con pollo y gambas (para Ricardo G)

A diferencia de otros alimentos que se ponen de moda y luego caen desuso (porque no dejan de ser eso, modas), yo creo que la quinoa ha llegado para quedarse. Se la define como un pseudocereal porque, aunque se usa básicamente como estos (sobre todo se parece, en su forma de tratarla, al arroz) en realidad es una semilla, que a pesar de que se haya puesto de moda ahora (al menos en España) se viene utilizando desde hace tiempo en países andinos (los de mayor producción son Perú, Ecuador y Bolivia). Lo mejor de la quinoa es que es muy muy muy sencilla de preparar y que tiene muchas e interesantes propiedades (mirad por ejemplo aquí o aquí). Como soy tan novelera estoy desde hace un tiempo jugando con ella, y la verdad es que cada vez me gusta más. Me parece un ingrediente interesante, cómodo y resultón, al que le pasa lo que al arroz o a la pasta: en sí mismo no sabe a nada o a casi nada, pero dependiendo de cómo lo trates y con lo que lo combines da juego. Y si encima es sano pues... a mi casa, a mi cocina, para mi salud y la de los míos. Hoy os cuento una receta de lo más simple con quinoa y algunos trucos para prepararla, espero que os guste la entrada. Pero sobre todo espero que le guste a mi amigo Ricardo, que anda últimamente fastidiando con intolerancias varias sobre todo al gluten. Cuñao, creo que esta receta la puedes tomar y, si no es así, pues quita-pon lo que te parezca, pero la quinoa seguro que puedes dejarla. Y en cualquier caso pues eso, que ya sabes lo mucho que te quiero, jodío :)

Vamos a la receta. La única precaución (por llamarla de alguna manera) que hay que tener es que los granos de quinoa, tal y como los encontramos en tiendas y supermercados, traen una capa externa de saponina, una sustancia que como otras muchas solo es tóxica ingerida en grandes dosis pero que, cuanto menos, es amarga y conviene eliminarla. Solucionar este pequeño problema es tan sencillo como sumergir la quinoa en agua, frotarla suavemente con los dedos (observaréis que el agua se pone turbina) y cambiar el agua varias veces hasta que veáis que tras frotar los granos el agua queda limpia. Punto :) Mirad el antes y el después, en este caso con una taza de quinoa y tras cinco cambios de agua.



A partir de ahí, imaginaos que estáis haciendo un arroz. Pues igual. La quinoa vale como guarnición (ella sola) o como ingrediente fundamental de un plato con protagonismo propio (si lleva más cosas). Como guarnición de otra cosa, o como elemento central de una ensalada, si la cocéis tras sofreírla con un poco de ajo, mejor. Si en vez de en agua la cocéis en un líquido con cierta metralla (un caldo de lo que os venga bien: de pollo, de verduras, de carne, de marisco...), también mejor. Lo que he hecho hoy es lavar la quinoa como antes os he explicado, y preparar un sofrito de muuuucha verdura en burunoise (ya me conocéis); hoy han caído ajo, cebolla, puerro, pimiento verde, y al final un poco de tomate rallado. Ahí he añadido pechuga de pollo troceada en tacos pequeños, le he dado un par de vueltas (se hacen muy rápido), le he añadido un golpe de sal gorda y otro de pimienta negra recién molida, otro par de vueltas más, y un chorreón (no sabría deciros) de vino blanco (en este caso fino), un puñado de perejil fresco picado y un poco de cúrcuma (por aquello del color pero también porque, de paso, te metes entre pecho y espalda algo con muchas propiedades, yo hace tiempo que dejé de usar los colorantes alimentarios). Se dan varias vueltas más y, sobre esa preparación previa, se añade la quinoa convenientemente enjuagada, se le dan varios meneos, y se añade el doble de la cantidad de líquido; en mi caso, un caldo hecho con las cabezas y las cáscaras de unas gambas que he troceado y dejado reservadas para añadirlas en los últimos minutos de cocción del asunto (las gambas, y más si están troceadas, se hacen en un pis-pas; ponedlas muy al final). Se deja cocer todo hasta que la quinoa absorba el líquido (suele tardar lo mismo que el arroz) y listo.





Desde esta receta (por llamarla de alguna manera, porque es muy básica) podéis tontear con la quinoa tanto como queráis. Ya me contaréis, aquí o en la página de Facebook de Gastronofilia. Bss!!!!!!

sábado, 23 de noviembre de 2013

Sopa de picadillo para #RecetasSolidariasParaNavidad

Esta deliciosa sopa es uno de los clásicos en la cena de Nochebuena en casa de mis padres; la solemos tomar al final, calentita, para asentar el estómago después del lote de otras cosas que se ponen a la mesa ese día. Algún año hemos acabado completamente hartos y mi madre ha propuesto dejarla para el día siguiente, pero a esa (mala) idea le ha seguido una sarta de protestas de todos, sobre todo de mi padre y de mis hermanos Mariano y Carlos, que son los más soperos del mundo mundial. En nuestra Nochebuena la cena acaba con un buen plato de sopa de picadillo sí o sí, y no hay más que hablar :) La versión navideña de mi madre tiene como base el caldo de haber cocido el pavo trufado y sabe a gloria, pero en realidad esta sopa puede hacerse con otros fondos de caldo, menos liosos y (sobre todo) más económicos. Como la propuesta que os cuento hoy, mi segunda contribución a la genial iniciativa #RecetasSolidariasParaNavidad: recopilar recetas económicas, asequibles, y a ser posible a partir del aprovechamiento de otros líos. El objetivo es que, entre todos, ofrezcamos ideas interesantes para las fechas que vienen, en las que el que más y el que menos ha recibido un tijeretazo en su bolsillo. Pero es que hay (muuuucha) gente a la que, directamente, le han quitado el bolsillo entero, para dárselo a... bueno, mejor no abramos ese melón, que voy a cabrear y esa no es la idea. El objetivo de #RecetasSolidariasParaNavidad es compartir recetas que permitan poner encima de la mesa delicias a la altura de estas fechas, pero ajustadas a las posibilidades de las (muuuuchas) familias a las que esta dichosa crisis está obligando a apretarse (muuuucho) el cinturón, y también para todos los que están (estamos) mirando todo el santo día lo que vale cada cosa.

Para hacer una buena sopa de picadillo hacen falta tres cosas: un fondo de caldo, huevo duro picado y tacos de jamón. En invierno me gusta hacer caldo de pollo por litros, luego lo congelo en botes y voy tirando de ellos para muchísimas cosas. Dependiendo de la cantidad que queráis hacer, solo hay que poner a hervir una o dos carcasas (si solo queréis el caldo) o bien uno o dos cuartos traseros (si os interesa hacer alguna otra cosa luego con el pollo cocido), retirando las veces que haga falta la espuma que sale, y añadiendo verduras (lo que tengáis, pero no deben faltar zanahoria, puerro, apio y nabo), sal y un manojo de perejil fresco. Claro que se puede complicar y ennoblecer este caldo (por ejemplo con un hueso de jamón, o uno de codillo con su tuétano, o tocino, o espinazo, o...), pero la versión básica que os acabo de contar es económica, muy sana, y os aseguro que deliciosa. Y claro que se puede (y se debe) utilizar el caldo que obtenemos al preparar un puchero :) Pero si no tenéis, coced la preparación anterior (a pelo no menos de una hora, en una olla exprés o en una super-rápida menos tiempo, claro), la coláis, y así tendréis un magnífico caldo de pollo útil para muchas cosas. Por ejemplo para, añadiendo huevo duro (yo suelo rallarlo, que es más rápido) y tacos de jamón (los que vienen en paquetes pequeños son baratos y dan el avío para este tipo de recetas), poner en la mesa una estupenda sopa de picadillo, en fechas nobles o en días normales y corrientes, sólo para disfrutar con la cuchara :)

sábado, 2 de noviembre de 2013

Cuscús de pollo y manzana al curry

Ya os he contado otras veces (por ejemplo aquí o aquí) lo que me gusta el cuscús y el juego tan estupendo que da; hace tiempo que siempre tengo en casa un paquete de cuscús precocido, es uno de mis fondos de despensa :) La receta que os cuento hoy es igual de rápida y sencilla que las anteriores, pero con una combinación que me parece estupenda: pollo, manzana y curry. La hago normalmente para reciclar parte de la carne de pollo que sobra cuando hago puchero, también os he contado ya la cantidad de que recetas que pueden salir de esa preparación. Pero si se me antoja este plato no espero a hacer puchero, sino que utilizo pechuga de pollo cortada en dados, como hoy.

Sólo necesitamos enseñarle aceite (de oliva, claro) bien caliente a cebolla, ajo y zanahoria troceados no demasiado pequeños (la idea es que nos los encontremos luego) y, cuando han visto el aceite sólo un rato (me gusta que la verdura quede aún entera, para dar ese toque al dente tan agradable) se añade el pollomanzana en trozos también reconocibles, sal, pimienta negra recién molida, y un golpe de curry en polvo. Cuidado con este último, que si os pasáis se come el sabor del resto de los ingredientes... solo un toque, aunque eso (claro) depende de vuestro gusto :) 




Luego se incorpora caldo de pollo (si es casero mejor que mejor, pero si no tenéis vale uno bueno de los que vienen ya preparados o, a las malas, simplemente agua), y un puñado (generoso) de pasas de corinto. 



Cuando hierva, se apaga y se añade la misma cantidad de cuscús que la del líquido que hayáis usado. Se deja que la sémola de trigo absorba el líquido y los sabores que hay en él y, para rematar, se añade un buen puñado de perejil fresco picado (tengo ganas de probar a sustituirlo por culantro... a ver qué pasa :D). Y a disfrutar :)

miércoles, 24 de abril de 2013

Pechuga de pollo con puerro y champiñones a la crema

Hace años que no compro champiñones de los que vienen en lata, no me convencen para nada y disfruto muchísimo más con los frescos que, tratados en condiciones, dan un juego estupendo y quedan la mar de ricos. Sólo hay que elegirlos bien (blancos, prietos, sin golpes ni nada por el estilo), lavarlos a conciencia para quitarles la tierra que (si están frescos y en condiciones) traen e, inmediatamente, secarlos para que no absorban humedad; luego se trocean como nos parezca bien y ya tenemos una delicia estupenda para lo que nos dé la gana, o bien se rellenan enteros de lo que se quiera. Yo hoy los he usado para preparar una guarnición que le va de lujo a la pechuga de pollo; he optado por mezclar estos dos protagonistas pero esta receta admite variante, como luego os contaré. Los champis, una vez preparados como os acabo de contar, tenían este magnífico aspecto (vamos, lo mismo que los de lata...):
   

He hecho un refrito de puerro y ajo y, cuando estaban blanditos pero aún enteros, he añadido los champiñones, sal, pimienta negra recién molida, y un golpe de vino (esta vez he tirado de un amontillado). Lo he mareado todo un rato, para que se mezclen bien los sabores y, con el fuego apagado, lo he rociado con leche evaporada (podéis usar nata pero engorda más y es menos sana).

   

Esta guarnición tal cual queda muy rica y acompaña muy bien otras cosas, aunque a mí como más me gusta es con pechuga de pollo, no me preguntéis porqué :) Si vais a prepararla así (de guarnición) dejad que cueza un poco más hasta que la leche evaporada y el vino reduzcan y se quede una salsita espesa a vuestro gusto. Yo hoy he optado por, en otra sartén, darle un golpe fuerte de aceite a pechuga de pollo cortada en láminas y aliñada previamente con sal y ajo deshidratado; me gusta añadir también un chorrito de limón pero hoy no tenía :(  


Cuando el pollo se ha dorado un poco lo he incorporado a los champiñones a la crema, lo he dejado reducir un poco, y listo :) Si sois mucha gente a la mesa lo más sencillo es preparar la guarnición, por un lado, y los filetes de pechuga a la plancha, por otro, y presentar las dos cosas por separado para que cada cual se lo mezcle en el plato. Solos o (si no estáis de operación bikini) con papas fritas... 
  

domingo, 29 de julio de 2012

Ensalada de pasta con restos (nos vamos de vacaciones)

Ando como (imagino) muchos de vosotros, intentando vaciar la nevera, el congelador, la despensa y, a pesar de eso, tratando de comer en condiciones. Estos días pre-vacaciones suelen ser un poco extraños en las cocinas ¿verdad? La idea es darle salida a las cosas que tenemos acumuladas a la hora de decidir qué comemos hoy, y eso a veces da como resultado recetas de lo mas raras. Qué os voy a contar :) Para esas mezclas imposibles que permiten utilizar restos desde luego el arroz y la pasta son unos aliados estupendos, porque casan casi con todo. A veces salen cosas un poco extrañas, pero otras te tropiezas con inventos que terminan siendo deliciosos, y que repites ya sin la excusa de las pre-vacaciones :)

No os voy a contar las recetas raras que me estoy metiendo entre pecho y espalda estos días, me da vergüenza :) Pero hoy he improvisado una ensalada de pasta (me gusta usar los lacitos, como ya os he contado alguna vez) mezclada con mayonesa casera, fiambre de pechuga de pollo, huevo duro rallado, palitos de surimi, lechuga en juliana (pero lechuga-lechuga, la iceberg hace tiempo que no entra en mi casa) y brotes de soja. Una vez frio y reposado en la nevera el resultado me ha parecido muy apetecible, así que me he decidido a contaroslo aunque la receta no tiene, verdaderamente, nada de especial. Pero estaba rica y la voy a repetir, así que aquí la tenéis. Creo que entonces aprovecharé para añadirle unas alcachofas cocidas y troceadas (no sé porqué me seduce la idea, quizá porque me recuerda a una ensalada buenísima que hace mi prima Macarena) y también un poco de maíz. Ya veré :)

Aprovecho la entrada para despedirme de vosotros hasta dentro de unos días, cuando terminen mis cortitas vacaciones. Aunque desde luego seguiré cocinando (para mi es uno de los mejores ingredientes de unas buenas vacaciones: guisotear para la gente que quiero, si me dejan, claro) también voy a tomarme un descanso del blog, para cogerlo a mediados-finales de agosto con ganas. Un fuerte abrazo a todos!        

martes, 10 de julio de 2012

Croquetas de pollo y jamón

Una de las cosas que más me gustan de la cocina es su parte social. A ver, me explico. Yo disfruto como una enana cocinando por mi cuenta, pero tengo la suerte de haber crecido en una familia grande en la que esto de los fogones es un asunto que a todos nos gusta, y en torno al cual hemos pasado ratos la mar de agradables: nos tira eso de guisotear juntos y, mientras uno hace una cosa, el otro hace otra, y cuando uno va a picar unos ajos para lo suyo le pregunta al de al lado, y le dice que sí, que le vaya picando un par de ellos... y al final salen varios platos, entre risas y charlas deliciosas, y luego nos los zampamos con los que se apuntan al final que, siempre, han visto que había movimiento en los fogones y la cosa prometía. He hecho esto de la cocina social mucho con mis padrinos, con mi madre, y con algún que otro primo. Y también con amigos aficionados a esto de cocinar y comer, mientras uno le hace de "pinche" al otro. 

Esto que os cuento de la parte social de la cocina me pasó hace poco, pasando un delicioso fin de semana en Islantilla, en casa de Ricardo y Reyes. Además de buenos amigos ellos son grandes cocineros y estómagos agradecidos, y parte del finde consistió en hacer croquetas juntos (bueno, croquetas y alguna cosilla más que también cayó... por ejemplo el guacamole de atún que hace Reyes, que se te caen dos lagrimones, y del que ya os hablaré en alguna entrada, o las berenjenas a la parmesana). A lo que vamos. En atención a Ricardo, esta vez las croquetas fueron de pollo y jamón y, salvo los ingredientes, el procedimiento fue el que ya os he contado otras veces (por ejemplo aquí, aquí o aquí). Se cuece un par de minutos en agua con sal, perejil y pimienta un filete de pechuga de pollo que luego troceamos, y que mezclamos convenientemente con la mitad de un paquete de tacos de jamón que vienen ya picados bastante pequeños. Nos trabajamos ajo y cebolla en una burunoise pequeña sofritos en aceite y mantequilla, sobre eso mareamos harina de repostería hasta que pierde el toque crudo y, durante ese proceso, se añade nuez moscada, algo de pimienta negra recién molida, y sal (pero ojito, que el jamón...) Esta vez también añadimos perejil fresco picado, que nunca sobra y siempre da, además de color, un leñazo de vitamina C. Y luego ya sabéis, a trabajarse esta roux (enriquecida) con leche, meneando y meneando, hasta que esté en su punto. Luego se lían  las croquetas (cosa que es mucho más ameno hacer en compañía) y las que no caigan ese día pues al congelador.

En este caso nos zampamos una buena parte de las croquetas (disculpad la foto, pero la hice con el móvil...) de pollo y jamón al sol, con cerveza helada y un magnífico tinto de verano, frente a un enorme césped con muchos árboles (y pájaros, y conejos...) hablando de lo divino y lo humano, sobre todo de lo segundo. Y de la crisis, claro :( Una parte del asunto (de las croquetas, me refiero) se quedó en el congelador, para otras guerras. Pero las que nos tomamos nos supieron a gloria... aunque sospecho que no fue tanto por ellas como por la excelente compañía y, en lo que a mí respecta, porque cocinando (y pasando ratos) con estos amigos me siento como en casa. Como en familia. Gracias por ser como sois y por brindarme el placer de vuestra compañía. ¡Y las próximas de setas!

viernes, 11 de mayo de 2012

Ensalada de pollo, nueces y queso feta

Descubrí esta ensalada un día que me dio por mezclar e improvisar, y me gustó tanto el resultado que la repito con bastante frecuencia. No puede ser más simple: basta con hacer a la plancha unos filetes de pechuga de pollo, previamente salpimentados, y trocearlos luego en tiras o dados, lo que prefiráis. La base de la ensalada es lechuga (pero lechuga-lechuga, la de verdad, a mí la iceberg es que no me termina de convencer) y la completamos con las tiras de pechuga de pollo a la plancha, tomate (yo hoy he usado cherry), nueces desmenuzadas en trozos y queso feta. Para el aliño se puede inventar, claro, pero a mí para esta ensalada me gusta tirar de lo clásico: un buen aceite de oliva virgen, un buen vinagre (esta vez he usado uno de Bodegas Rubio de La Palma del Condado que me trae loca últimamente) y sal gorda. Vamos, una complicación... ;) El resultado está buenísimo, una delicia.

domingo, 8 de abril de 2012

Pechuga de pollo rellena de espinacas, gorgonzola y nueces

¿A que queda mona esta pechuga rellena? Pues no tiene ninguna complicación, y encima se hace en el microondas en 10 minutos de nada. A partir de la receta base que os cuento en esta entrada, podéis (y debéis) dejar volar vuestra imaginación y variar el relleno como queráis. Está el típico de jamón serrano y queso, también queda muy bien con unas espinacas a la catalana, con champiñones salteados con ajo, con.... lo que os dé la gana. Mientras más fina quede la pechuga y más sabroso sea el relleno, mejor :)

Hay que pedirle al carnicero que os abra media pechuga de pollo (o bien trozos de esta, según) todo lo que pueda, para que quede un filete lo más amplio posible. Bueno, si tenéis vicio con el cuchillo la alternativa es hacerlo vosotros, pero a los profesionales se les da mejor y normalmente, si se lo pedís con amabilidad, os prepararán el filete encantados. Otra razón más para no comprar las  bandejitas blancas en grandes superficies y optar por las tiendecitas, o los puestos de los mercados. Hay que salpimentar el filete y golpearlo para ponerlo fino (por mucha pericia que tenga el carnicero.... queda grueso) con una maza o con un rodillo; yo suelo colocar un trozo de papel film apto para el microondas entre la tabla y el filete, pongo sal y pimienta negra recién molida, la pechuga o los filetes abiertos encima, más sal y pimienta, y ala, a darle golpes. Esta finalmente no me ha quedado especialmente fina, me tengo que comprar el "martillo" ese de madera que viene tan bien para esto, para los flamenquines, o para destrozar como se merece el marisco.


Me gusta saltear ligeramente las espinacas con un poco de aceite de oliva y sal, para que pierdan el punto crudo, luego las extiendo sobre el filete. Desmenuzo gorgonzola (qué rico....) y reparto nueces troceadas. No os paséis con el relleno, que si os puede la glotonería y ponéis mucho luego no hay quien enrolle el filete sin que se salga por los lados. Hoy me me pasó hacerle la foto a este paso.... y me dió pereza dar marcha atrás, así que os tenéis que imaginar la pechuga abierta, con las espinacas, el gorgonzola y las nueces. Se enrolla la pechuga con su relleno y se envuelve muy bien en el papel film que tenemos debajo, cerrándolo por los extremos para que quede como una especie de caramelo, y pinchándolo en un par de sitios.


Lo metemos en el microondas y lo tenemos allí 10 minutos a máxima potencia, luego se deja enfriar con algo de peso encima, para que el resultado quede compacto y se pueda cortar bien. ¡Listo! Se pueden hacer varios rollos de pechuga a la vez, todos con el mismo relleno o cambiándolo, según os dé. Otra ventaja de esta deliciosa receta. Cuando esté frio se lonchea y.... a la barriga :)

sábado, 31 de marzo de 2012

Fideos orientales con pollo, brócoli y soja

Los que seguís este blog sabéis que defiendo con uñas y dientes la cocina tradicional, pero que también me gusta experimentar con recetas e ingredientes de otros sitios. Digo yo que una cosa no tiene nada que ver con la otra ¿no? Me parece interesante la idea de aprovecharse de las cosas y las tradiciones que merecen la pena de otras culturas: todo lo que sea bueno, rico y sano (y razonablemente sencillo, claro, sin complicarnos la vida) desde luego lo quiero para mi. De las cosillas que he tenido ocasión de probar hay algunas que me han gustado especialmente y que han acabo formando parte de mi despensa; hoy os cuento una receta con algunas de ellas: los fideos orientales (sobre todo los de arroz o bien los de hoy, que son de una mezcla de arroz y soja), la salsa de soja y, recientemente, las semillas de lino. Descubrí cómo usar estas últimas (y así meterme entre pecho y espalda sus muchísimas propiedades) gracias a mi hermana Mamen. No es por quitarle mérito a mi hermana, pero la verdad es que el asunto es de lo más sencillo: como estas semillas son tan pequeñas, basta con incorporarlas sin que os tiemble el pulso a muchas de las cosas que normalmente comemos: un pellizco al yogur, o a una ensalada, o a cualquier potaje.... No os vais a dar ni cuenta y, si bicheáis por la red, vais a ver lo que va en ese pellizco.... Un gran descubrimiento, gracias Mamen :)

Pero volvamos a la receta. He troceado unos filetes de pechuga de pollo y los he tenido macerando en salsa de soja, semillas de lino y ajo muy muy fino (he usado el prensa-ajos) un buen rato. Mientras tanto he cocido al vapor brócoli; es que no me canso nunca de esta verdura, qué rica está, qué sanísima es y qué juego da.


En el wok (si no tenéis compraos uno, que merece la pena) le he dado un golpe de calor a más ajos espachurrados con el prensa-ajos en un fondo de aceite de oliva, he salteado ahí el brócoli un poco añadiendo sal (pero sin pasarse, que con la salsa de soja ya vamos bien servidos) y pimienta negra recién molida, luego he incorporado la pechuga con la salsa de maceración (que os recuerdo que lleva salsa de soja, ajo y semillas de lino), le he dado dos vueltas y media, y he añadido los fideos orientales, mareando el asunto un rato. Y luego al plato directamente, y de allí a la barriga :) 


El resultado es un plato completo y muy rico, además de tela de sano. Ya sé que estas recetas así de entrada cuestan un poco porque parecen raras, pero los ingredientes se encuentran ya fácilmente casi en cualquier sitio y os aseguro que merece la pena.

martes, 6 de diciembre de 2011

Arroz con pollo al horno

Hoy han venido unos amigos a comer a casa y les he preparado un arroz simple, sencillo y resultón, una de esas recetas clásicas, sin ingredientes extraños, que siempre sale bien. En realidad el arroz al horno de verdad, el valenciano, lleva más ingredientes y se prepara de otra manera, pero yo simplemente he usado el horno (y le pongo el apellido a la receta) porque me gusta mucho el punto de cocción que le da al arroz, distribuyendo el calor por igual por todas partes, y así queda muy bien. Vaya esto por delante, para que ningún valenciano se me vaya a enfadar: esta NO ES la receta del auténtico arròs al forn ni pretende serlo, sólo es mi receta de arroz con pollo terminada en el horno :)

Me gusta que al comer el arroz no haya que trabajar con los ingredientes, así que utilizo pollo troceado en piezas pequeñas, de bocado, y evidentemente deshuesado, esta vez han sido unos contramuslos. Lo he salpimentado, he añadido tomillo y lo he dejado un rato reposando, mientras picaba el resto de los ingredientes; luego le he enseñado el aceite un rato y finalmente lo he apartado.


En la misma sartén y con el mismo aceite (bueno, he añadido un chorrito más :D el arroz me gusta con un punto de grasa) he pochado cortados en burunoise ajo, cebolla, pimiento verde y rojo, zanahoria, puerro y los rabitos de unos champiñones que cayeron en la cena de ayer y que había reservado pensando en este arroz. Cuando las verduras estaban ya pochaditas pero aún enteras le ha tocado el turno al tomate rallado y lo he dejado sofreir para, cuando ha perdido el agua, incorporar el pollo, un chorro de vino (esta vez ha sido un fino, como casi siempre de las Bodegas Grant de El Puerto de Santa María), sal, pimienta negratomillo y un poco de ñora en polvo (se encuentra fácilmente así en las tiendas de especias de los mercados, esta vez era de la Plaza del Carmen de Huelva). Conviene dejar que todo esto se guisotee un rato, para que se mezclen los sabores. Cuando os parezca que esto ha pasado, se retira este guiso a un recipiente amplio que podáis meter en el horno, yo suelo usarlos de barro.


En la misma sartén en la que he guisado el pollo he mareado un buen rato el arroz (redondo), luego he añadido un poco de azafrán y los he agregado a la cazuela de barro, mezclándolos bien con el pollo y las verduras.


Sólo queda añadirle el líquido correspondiente: el doble de arroz más la consabida propina. Claro que se puede hacer con agua, y que así queda rico, pero... como me gusta tanto aprovechar cosas y congelarlas, suelo tirar de eso: esta vez he añadido agua de cocer unas cabezas de gambas que tenía ;) Interesa que el líquido esté ya caliente, más que nada por adelantar. También he añadido un puñado de guisantes y he rectificado de sal. Se mete la cazuela en el horno, como a 200º, hasta que el arroz esté listo; si el agua está ya caliente tarda algo más de 20 minutos. Luego unos 5 minutos de reposo y listo. ¡No falla! Todo el arroz se queda enterito y por igual, sin sorpresas raras.



viernes, 16 de septiembre de 2011

Pollo en salsa de ajo, tomillo y limón

El pollo se puede hacer de miles de maneras y combina bien casi con cualquier cosa. Bueno esto último es una exageración, pero estaréis de acuerdo conmigo en que admite miles de posibilidades: todas las verduras que se os ocurran, otras carnes, frutos secos, vinos de distinto tipo, muchas especias diferentes, arroz, pasta, fruta.... (seguro que se os están ocurriendo más combinaciones ahora mismo ¿verdad? :D) A mí me parece que hay un par de cosas que destacan en esta larga lista y que son, en mi modesta opinión, los mejores amigos del pollo: el ajo, el tomillo y el limón. Y esos son los ingredientes básicos de esta sencilla pero exquisita receta que, además, se puede complicar y enriquecer lo que uno quiera, pero que a mí me gusta así, tal cual os la cuento en esta entrada.

Hay quien no lo hace, pero yo siempre que guiso pollo (hoy he usado contramuslos) limpio bien las piezas de piel y grasa, porque la primera no me gusta nada y la segunda es (dicen los entendidos) poco recomendable. Después los trozos de pollo se aliñan a conciencia con sal, pimienta negra recién molia y bastante tomillo, luego debéis rociarlos con aceite de oliva y frotar bien el asunto con las manos. Me imagino que lo suyo es dejar el pollo con este aliño un buen rato, para que se mezclen los sabores y la carne los pueda pillar bien, pero habitualmente no me da tiempo...  y como mucho lo dejo sólo el (poco) tiempo que tardo en preparar el resto de los (pocos) ingredientes de esta receta.


A continuación, y en un dedo de aceite a fuego vivo, hay que sofreír el pollo hasta que adquiera esa deliciosa costrita dorada tan rica; normalmente esto requiere 2-3 minutos por cada lado, según el tamaño de las piezas de pollo que estéis usando. 


Cuando esté a vuestro gusto sacad el pollo a un plato y, en ese mismo aceite, pero con el fuego ya algo más bajo, sofreíd unos pocos de dientes de ajo pelados y machacados; a mí me gusta dejar un par de ellos con la piel. Si lo que queréis obtener es una salsa más fina picad bien-bien los ajos, pero personalmente prefiero encontrarme los trozos de ajo machacado fritos y luego guisados con la salsa... mmm.


Los ajos se os van a freír muy rápidamente y, si os pasáis, se arrebatan y amargan mucho la salsa, así que cuidado. Con los ajos dorados devolved el pollo a la cazuela y añadid el zumo de uno o dos limones (según la cantidad de pollo que estéis haciendo), agua hasta medio-cubrir, un poco de vino blanco (normalmente uso fino pero hoy me ha dado por un amontillado), perejil fresco picado y una hoja de laurel. Y como os podréis imaginar, ahora lo que toca es bajar el fuego y dejar que la salsa reduzca despacio y el pollo se cocine flojito, chup-chup... :) No os digo tiempo porque depende mucho del tamaño de las piezas y de lo que bajéis el fuego, pero "se ve" muy bien cuándo el pollo está ya hecho; eso sí, durante el proceso dadle la vuelta a las piezas una o dos veces.


¡Listo! Esta receta es sencilla pero muy resultona, está riquísima. Y si la acompañáis de unas patatas fritas pues... ;)

viernes, 1 de abril de 2011

Ensalada de pollo y fruta

Mañana he quedado para echar el día con unos amigos que, además de eso, también son estómagos agradecidos y aficionados al buen yantar. De hecho, en alguna entrada os contaré de nuestras reuniones periódicas para regalarnos algún que otro homenaje, siempre amenizado con una buena conversación y muchísimas risas. Pero lo que ahora nos ocupa es que mañana comeremos juntos haciendo una barbacoa, y la consigna ha sido que cada uno lleve algunas cosillas para "matar el tiempo" mientras se hace la carne. Como ya va haciendo calor y apetecen comidas fresquitas, he decido llevar entre otras cosas esta ensalada, muy inspirada en la Waldorf que aprendí a hacer en los talleres de cocina de Anna Mayer, pero a la que le he dado alguna que otra vuelta de tuerca:)

El asunto es tan complicado como trocear un par de manzanas medianas o una grande (yo he usado las Fuji, me encantan), una rama de apio, y mezclarlo con piña (en su jugo, no en almibar), un puñado de pasas de corinto previamente reblandecidas en agua tibia, otro de nueces picadas, un huevo duro rallado, unas uvas negras (sin las pepitas, claro) y partidas en cuartos, y pollo. Aquí debo confesaros que lo suyo es saltear a fuego vivo uno o dos filetes (según el tamaño y los gustos de cada cual) de pechuga de pollo, previamente salpimentados y aderezados con alguna especia si os apetece, y trocearlos. Pero como no lo tenía a mano, he tirado del típico paquete de taquitos de "pechuga de pavo" (prefiero no saber cómo está hecho ni en que consiste) que, en cualquier caso, da su avío. Una vez mezclado todo le he incorporado mayonesa aligerada con algo del jugo de la piña y a la nevera.

Es recomendable dejar reposar esta ensalada, porque indudablemente gana cuando pasan algunas horas y, sobre todo, tomarla fresquita. Tiene además la ventaja (como casi todas las ensaladas, claro) de ser una receta muy libre, en la que podéis añadir o eliminar lo que os apetezca. La gracia del resultado es la combinación de sabores (la fruta con el pollo... Mmmm) y de texturas (esa manzana blandita y las nueces duras... Mmmm). Os aseguro que, además de fácil, esta receta es de lo más resultona. Imprescindibles la manzana, el apio y la mayonesa, los tres ingredientes básicos y originales de la ensala Waldorf: a partir de ahí... la imaginación al poder. Ya os contaré qué han dicho mis amigos :)

martes, 29 de marzo de 2011

Cuscús rápido de pollo y verdura

Desde que descubrí lo bueno que está y lo fácil que es de cocinar, siempre tengo en casa cuscús precocido. En general, basta con echarle un poco de imaginación al asunto y respetar razonablemente las proporciones para obtener un plato exquisito y rápido de hacer. Hoy le he enseñado el aceite caliente (sin rehogar a fondo, sólo marear ligeramente) a una mezcla de verduras (cebolla, ajo, pimiento verde, calabacín y zanahoria) y, cuando estaban aún enteras, les he añadido pechuga de pollo troceada y he seguido mareando la mezcla un poco. Entoces he apagado el fuego y he incorporado una pizca de sal, culantro (fresco, de mi estupenda maceta) picado, pimienta negra recién molida, un puñado de pasas de corinto y un poco de ras el hanout, una deliciosa mezcla árabe de especias que me traje de Marruecos; si no la tenéis ni la encontráis, basta con inventar un poco y añadir especias que os gusten. En el microondas he calentado aproximadamente la misma cantidad de caldo de pollo que de cuscús (bueno, un pelín más, porque me gusta que quede jugoso) y se lo he añadido a la mezcla anterior, lo he dejado reposar y, cuando la sémola de trigo ha absorvido el líquido, me lo he zampado.

Ventajas: sano (hidratos de carbono, verduras y una proteina baja en grasa), rápido, cómodo (suelo tener los ingredientes en casa) y os aseguro que exquisito.  Inconvenientes: ????

Espero que lo hagáis y que os guste. Y si es así, moraleja: un paquete de cuscús precocido debe formar parte de vuestro "fondo" de despensa. Ya me contaréis :)  

viernes, 18 de marzo de 2011

Bolos de pollo y jamón (en microondas)

La base de esta estupenda y de lo más apañada receta me la dió hace muchísimos años mi prima, Enka López-Herrera Caruana. Ella la hacía por el método tradicional (cociendo los bolos envueltos en papel de aluminio, en agua o en caldo), pero yo he trasteado un poco y hace tiempo que dí con la tecla para hacerla en el micoondas que, como muchos ya sabéis, no sustituye al horno convencional pero, bien utilizado, puede servir para algo más que para calentar cosas. También le he cambiado algunos detalles menores, pero la idea básica es de Enka, así que si os gusta los elogios deben ser para ella, y si le encontráis pegas echadme la culpa a mí, por haberla estropeado. Es una receta rápida, fácil, que se congela de maravilla, y que en su versión más básica resulta sabrosa pero suave, de manera que los niños pequeños la devoran. Espero que os guste y, sobre todo, espero vuestros comentarios. Ah! Y como ya me he agenciado una cámara de fotos, acompaño la receta de algunas imágenes :D

Necesitáis que en vuestra carnicería os hagan una picada de pechuga de pollo, jamón serrano y jamón york. Es MUY importante que la cantidad de pechuga venga a ser aproximadamente la mitad de esta picada, porque esa es la clave para que en esta receta no sea necesario añadir huevo o bien otro ingrediente que haga la función de ser el "pegamento" del bolo. Es decir, si la pechuga que os van a picar pesa, por ejemplo, 500 gr., debéis pedir al charcutero aproximadamente 200-250 gr. de jamón jork y lo mismo de jamón serrano. No hace falta ser muy estrictos en este punto, pero ambos tipos de ingredientes deben ir más o menos en estas proporciones. Moraleja: los hipermercados grandes e impersonales hacen su apaño, pero HAY que ir de vez en cuando al carnicero y al charcutero de tiendas pequeñitas, que son los que tienen mimo y ganas de hacer este tipo de cosas, y como dejemos de hacerles negocio... desaparecerán. Vosotros mismos.

A partir de esta receta básica, se puede innovar con lo que uno quiera. No hace falta añadir sal, porque la mitad de los ingredientes ya están aderezados y, de hecho, uno (el jamón serrano) es muy salado. Si los bolos se hacen tal cual os aseguro que salen bien, pero podéis dejar volar la imaginación libremente. A mí me gusta añadir ajo deshidratado, perejil (por favor, fresco) picado, y un golpe de pimienta recién molida. Una vez los hice con queso rallado y salieron muy ricos. Para la receta de las fotos que hoy subo al blog me ha dado por añadir pasas de Corinto, que me encantan, y que se llevan tan bien con el pollo. Pero a vuestro gusto, siempre y cuando (perdonad que insista) la pechuga sea finalmente la mitad del asunto. A esta mezcla, que cuando le cojáis el truco será personal e instransferible, no hay que añadirle ningún líquido ni huevo (como es preciso hacer en otras recetas, que ya subiré), porque el jugo gelatinoso que suelta la pechuga al cocerse hace las funciones de "pegamento" en este bolo. De ahí la importancia de que la mitad del enredo sea pechuga.

Una vez hecha la mezcla base, hay que marearla y trabajarla un poco para que todos los ingredientes se integren bien. Se puede hacer con algún utensilio pero, creedme, lo suyo es meter literalmente las manos en la masa que, además de conseguir el mejor de los resultados, tiene su punto y es un gustazo. Con esta mezcla hay que formar bolos que no sean demasiado gruesos (unos 5-7 cms. de diámetro, más o menos) que envolveremos en un papel film que sea resistente al calor del microondas. Es muy importante apretarlos a conciencia para que no tengan aire dentro (se os desmoronarían al final) y pincharlos varias veces por todos los lados (para que el calor que genera el microondas tenga por donde salir y no os reviente el invento). Lo habitual es que salgan varios bolos, que podremos cocinar a la vez y que, como antes os comenté, se congelan sin problemas; es una de las ventajas de esta receta: al mismo tiempo hacéis varios bolos y resolvéis lío (comida para casa, para llevar algo a algún sitio) para varias veces. A mí hoy me han salido, con algo más de 1/2 Kg. de pechuga de pollo (y lo mismo más o menos de lo demás: jamón york, serrano, puñadito de pasas de Corinto) tres bolos, que he cocinado durante 8 minutos, pero si los bolos son más gordos hay que darles algo más de tiempo, vamos, sólo un par de minutos más, nada complicado. Y aquí tenéis el resultado, recién salido de microondas.

A continuación hay que dejarlos enfriar y, para eso, es fundamental ponerles algo de peso encima, para que los jugüillos que suelta la carne salgan de la mezcla y ésta pueda enfriarse quedando compacta y en condiciones, para luego poderla cortar bien. Yo no me suelo complicar mucho la vida, de hecho, como podéis ver, les he colocado encima a los bolos el mismo cuenco en el que los he metido en el microondas y la tabla con la que he trabajado. 

Aquí es importante no precipitarse y tener paciencia, porque estos bolos se toman fríos y cortados como si fuera un fiambre, y si no se enfrían bien se desmoronan y la hemos liado. Una vez que estén bien fríos los envolvéis en papel de aluminio y listos, ya sea para congelarlos (insisto, quedan genial y os sacan de cualquier apuro) o para cortarlos y tomarlos en cualquier comida, acompañados de lo que más os apetezca, para llevarlos convenientemente acompañados (lechuga en juliana, zanahoria rallada, col lombarda muy fina...), a una casa a la que os hayan invitado, o a una comida en el campo o en la playa (me resisto a llamarle a esto picnic, que es una cursilada, sobre todo si tenemos las palabras exactas en español ¿no os parece?).

Espero que os guste la receta y que os animéis a hacerla. Y lo dicho, si una vez hecha os convence acordaos (y agradeced con cariño) que es la adaptación muuuuy libre de una receta de mi prima Enka López-Herrera Caruana. Si la mejoraríais de alguna manera, ya sabéis, contadlo en el blog, que para eso está :)

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