Mostrando entradas con la etiqueta Huevo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Huevo. Mostrar todas las entradas

sábado, 4 de octubre de 2014

Tortilla de patatas ligera

Vamos a dejar las cosas claras desde el principio: nada como la tortilla de patatas preparada de la manera tradicional. Ni freidora, ni microondas, ni gaitas: en una buena sartén y con aceite de oliva, despacio, dejando las patatas bien pochaditas... Lo malo es que esta delicia es una bomba de relojería si se quiere perder algo de peso, o si la comida muy grasienta no sienta demasiado bien. Y para ambos casos esta versión es estupenda porque, sin ser exactamente el mismo, lo cierto es que el resultado es muy aceptable y permite quitarse un poco el mono ;) Me inspiré en la receta vegana que proponen Iosune y Alberto, los responsable de Danza de Fogones, un blog vegetariano muy interesante que os recomiendo visitar, tanto si sois vegetarianos como si, sin serlo, os encantan las verduras y la cocina sana. A partir de su idea he hecho varias pruebas y he acabado dando con la versión que os cuento, y que preparo con frecuencia. A ver qué os parece :)

Hay que pelar y trocear patatas como soláis hacerlo normalmente para tortilla; a mi en cubitos no me termina de convencer y siempre las corto en láminas finas. También siempre añado cebolla en juliana, me encanta el punto que le da a la tortilla. En una cacerola amplia se pone a calentar un fondo de aceite de oliva (pero no mucho, como para un sofrito) y se incorporan las patatas y la cebolla escurridas con un golpe de pimienta negra recién molida y perejil fresco, se les dan un par de vueltas, y se cubren con agua. Cuando el asunto empiece a hervir se baja un poco y se tapa, dejando que las patatas y la cebolla se cuezan despacio, pero vigiladlo y dadle alguna vuelta de vez en cuando para que no se peguen. Cuando estén tiernas se escurren (suele quedar poco líquido, pero conviene retirarlo) y se cuaja la tortilla con unos huevos y de la manera habitual. ¡Listo!





Sobre esta idea se pueden introducir bastantes modificaciones, a mí me gusta mucho añadirle alguna especia para darle más gracia, o unos calabacines hechos en su jugo en el microondas que, mezclados con las patatas y la cebolla, también permiten obtener una tortilla ligera y muy rica. 

sábado, 15 de marzo de 2014

Pudding de brócoli

No me canso de comer brócoli... Bueno, la verdad es que no me canso de comer verdura, sigo sin poder entender eso tan manido de que son aburridas e insípidas. ¡Para nada! Se pueden hacer de mil maneras, a cual más sabrosa, y encima son sanísimas... Pero sobre todo es que están tan ricas... :) Hoy os traigo la receta de un pastel salado a base de brócoli (previamente cocido al vapor) troceado, mareado convenientemente en un sofrito previo de ajo, cebolla, puerro pimiento verdesal, pimienta negra recién molida y un golpe de comino; me gusta añadirle a este sofrito (ya con el brócoli, para que pille el sabor) un golpe de vino fino. Cuando esté bien hecho se añade tomate y se deja reducir un rato. Cuando este refrito esté listo se mezcla con huevos y leche evaporada: la proporción infalible es una lata de lo segundo y tres-cuatro (según tamaño) de los primeros; para hacer menos cantidad dividid las proporciones y punto :) Yo hoy he usado un bote de leche Ideal de 170 gr (me encanta ese formato, es muy útil, aunque solo lo encuentro en el supermercado de El Corte Inglés...) y le he añadido dos huevos no muy grandes. Si lo que queréis obtener es un pudding muy fino y homogéneo este es el momento de meterle la batidora al asunto; yo suelo dejarlo tal cual porque me gusta encontrarme los trocitos :)



La mezcla tiene que cocer y cuajarse, para eso vale o bien el horno (al baño María) o bien el microondas. Si usáis este último, os recomiendo tener en cuenta las recomendaciones que ofrece Oli en su blog Entre barrancos, es decir, lo suyo es ponerlo al 80-75% de potencia y dejarlo hasta que esté cuajado (ya sabéis, que al pincharlo salga lo que sea limpio). Es importante cubrir el molde con film apto para microondas (para evitar que se seque la superficie) previamente agujereado por un par de sitios. No os indico tiempos porque depende de la cantidad que hagáis y de vuestro microondas, a mí hoy me ha bastado con 10 minutos.


Luego debe reposar un poco, lo delmoldáis y... a ver quién es el guapo que sigue diciendo que las verduras no están ricas ;) Este pudding se puede acompañar con alguna salsa (le sienta especialmente bien una buena fritada de tomate) pero os confieso que a mí me gusta tal cual, sin nada más. A pelo, que sepa a brócoli... mmmm :)



domingo, 23 de febrero de 2014

Huevos a la florentina

Los huevos a la florentina que os cuento en este post están, claro, convenientemente tuneados respecto a la receta original. Pero quedan buenísimos y son un segundo plato sano y estupendo que, además, tiene la ventaja de poder prepararse de una vez para bastante gente, aunque hoy os lo presento en formato individual, que también queda muy resultón :) Sobre un sofrito previo de ajo y cebolla en burunoise se guisotean un buen rato las espinacas, con un golpe de comino y sal. Cuando están hechas se añade algo de harina y se marean hasta que os parezca bien (ya sabéis, la harina debe de perder el regusto crudo), luego se va incorporando leche hasta obtener una crema poco espesa que os recomiendo rematar con un poco de mostaza de Dijon, porque le da a este plato un toque muy agradable. Esta preparación se pone en una fuente con fondo que podamos meter en el horno, y se hacen con una cuchara huecos separados en los que podamos colocar un huevo por comensal. Interesa que los huecos sean hondos y así los huevos se medio-mezclen con las espinacas, es decir, no queremos que queden planos por encima sino integrados (en parte) con las espinacas. Se rocía el asunto con muuuucho queso (y cuando digo muuuucho quiero decir exactamente eso, muuuucho) y se gratina hasta el punto que más os guste.

Luego se prueba, se flipa, se enciende el ordenador, se entra en Gastronofilia o en Facebook, y se le cuenta a los pocos pero fieles seguidores de este blog qué se opina de la receta ;) Digo esto último porque me encanta que, en persona o por e-mail, me contéis qué os parecen estas recetas y cómo os va (para bien o para mal) con mis reconozco que fulleras indicaciones, pero cuando os digo que lo contéis por aquí me venís con que si la vergüenza y demás... Pero la idea de un blog (creo yo) es precisamente que permita compartir impresiones, experiencias, trucos... y no solo con la persona que se encarga de contar en un primer momento las recetas, sino con todo el que amablemente lo lea. Así que dejaos de vergüenzas y demás zarandajas y animaos!!!!

sábado, 23 de noviembre de 2013

Sopa de picadillo para #RecetasSolidariasParaNavidad

Esta deliciosa sopa es uno de los clásicos en la cena de Nochebuena en casa de mis padres; la solemos tomar al final, calentita, para asentar el estómago después del lote de otras cosas que se ponen a la mesa ese día. Algún año hemos acabado completamente hartos y mi madre ha propuesto dejarla para el día siguiente, pero a esa (mala) idea le ha seguido una sarta de protestas de todos, sobre todo de mi padre y de mis hermanos Mariano y Carlos, que son los más soperos del mundo mundial. En nuestra Nochebuena la cena acaba con un buen plato de sopa de picadillo sí o sí, y no hay más que hablar :) La versión navideña de mi madre tiene como base el caldo de haber cocido el pavo trufado y sabe a gloria, pero en realidad esta sopa puede hacerse con otros fondos de caldo, menos liosos y (sobre todo) más económicos. Como la propuesta que os cuento hoy, mi segunda contribución a la genial iniciativa #RecetasSolidariasParaNavidad: recopilar recetas económicas, asequibles, y a ser posible a partir del aprovechamiento de otros líos. El objetivo es que, entre todos, ofrezcamos ideas interesantes para las fechas que vienen, en las que el que más y el que menos ha recibido un tijeretazo en su bolsillo. Pero es que hay (muuuucha) gente a la que, directamente, le han quitado el bolsillo entero, para dárselo a... bueno, mejor no abramos ese melón, que voy a cabrear y esa no es la idea. El objetivo de #RecetasSolidariasParaNavidad es compartir recetas que permitan poner encima de la mesa delicias a la altura de estas fechas, pero ajustadas a las posibilidades de las (muuuuchas) familias a las que esta dichosa crisis está obligando a apretarse (muuuucho) el cinturón, y también para todos los que están (estamos) mirando todo el santo día lo que vale cada cosa.

Para hacer una buena sopa de picadillo hacen falta tres cosas: un fondo de caldo, huevo duro picado y tacos de jamón. En invierno me gusta hacer caldo de pollo por litros, luego lo congelo en botes y voy tirando de ellos para muchísimas cosas. Dependiendo de la cantidad que queráis hacer, solo hay que poner a hervir una o dos carcasas (si solo queréis el caldo) o bien uno o dos cuartos traseros (si os interesa hacer alguna otra cosa luego con el pollo cocido), retirando las veces que haga falta la espuma que sale, y añadiendo verduras (lo que tengáis, pero no deben faltar zanahoria, puerro, apio y nabo), sal y un manojo de perejil fresco. Claro que se puede complicar y ennoblecer este caldo (por ejemplo con un hueso de jamón, o uno de codillo con su tuétano, o tocino, o espinazo, o...), pero la versión básica que os acabo de contar es económica, muy sana, y os aseguro que deliciosa. Y claro que se puede (y se debe) utilizar el caldo que obtenemos al preparar un puchero :) Pero si no tenéis, coced la preparación anterior (a pelo no menos de una hora, en una olla exprés o en una super-rápida menos tiempo, claro), la coláis, y así tendréis un magnífico caldo de pollo útil para muchas cosas. Por ejemplo para, añadiendo huevo duro (yo suelo rallarlo, que es más rápido) y tacos de jamón (los que vienen en paquetes pequeños son baratos y dan el avío para este tipo de recetas), poner en la mesa una estupenda sopa de picadillo, en fechas nobles o en días normales y corrientes, sólo para disfrutar con la cuchara :)

domingo, 14 de abril de 2013

Bacalao à bràs (fullero)

Una de las ventajas de vivir en Huelva es tener Portugal a escasamente una hora de coche. A mí de Portugal me gusta todo: el punto decadente pero elegante de sus lugares, su gente (melancólica y acogedora a partes iguales), sus paisajes, sus playas, sus vinos (muy desconocidos excepto el oporto, pero estupendos), Eriçeira,  el festival internacional del caracol de Castro Marim (;-D)... y, desde luego, la magnífica cocina lusitana. Hay que ver cómo se come en Portugal... Una de las cosas que bordan es el bacalao, lo hacen de 1000 maneras distintas a cual más rica, y de todas yo tengo debilidad por esta sencilla pero exquisita manera de prepararlo: en un revuelto con papas fritas en bastoncitos muy muy muy finos, y con un buen puñado de perejil fresco o, mejor, de cilantro (culantro, que decimos por aquí). Aunque os parezca mentira hay muchas variantes de esta receta (con o sin nata, con o sin aceitunas negras, con o sin pimiento verde...), hoy os cuento la que yo me hago cada vez que puedo porque me encanta, aunque me imagino que no será la ortodoxa. Pero os aseguro que queda deliciosa :)

Utilizo bacalao desmigado y, si lo compro salado (que es lo que suele encontrarse en las tiendas), lo desalo al menos 48 horas en la nevera cambiando el agua varias veces. Una vez desalado, bien escurrido, y picado en trozos pequeños pero reconocibles, lo sofrío a fuego lento (esto es importante en esta receta) en un sofrito previo de ajo (me gusta espachurrarlo con el prensa-ajos), mucha cebolla en juliana y pimienta negra recién molida. Luego agrego las patatas fritas, y aquí es donde viene la fullería. Lo suyo es laminarlas muuuuy finas (con un cuchillo bien afilado o, más fácil, con la mandolina) para conseguir bastones finos, mucho, más aún que las patatas paja. Eso es lo suyo, pero (seguro que por la cercanía con Portugal y por lo mucho que hacemos por aquí esta receta) en los supermercados pequeños de Huelva es relativamente fácil encontrar bolsas de patatas ya fritas y pensadas (en su tamaño) para este asunto. Insisto, son aún más finas que las patatas paja (aunque en un desavío os pueden valer esas, pero no es lo mismo). Fijaos.



Si tengo tiempo y ganas hago yo las patatas pero, para seros sincera... cada vez que veo estas bolsas compro varias para poder hacer este y otros revueltos sin complicarme mucho la vida ;) Se le dan un par de vueltas a las patatas y se añaden huevos, sin batir ni nada (creo que los revueltos quedan mejor así); se mezcla todo despacio y con cariño (insisto en lo del fuego suave) hasta que cuajen, y se remata el asunto con culantro o perejil fresco picado (mejor lo primero, si tenéis a mano). Como veis no añado sal, porque entre la que suele quedarle al bacalao y la que traen las papas fritas estas de bolsa... pero, si hago yo las patatas, suelo añadir un pelín con el huevo.

Le dedico esta entrada con muchísino cariño a mi amiga Cristina, una portuguesa con corazón andaluz (vivió muchos años por aquí y viene siempre que puede), excelente cocinera y fiel seguidora de este blog. Tenemos pendiente una visita al mercado de Olhao y una encerrona en su casa haciendo croquetas (por mi parte) y recetas portuguesas (por la suya)... Ya os contaré ;)

sábado, 9 de febrero de 2013

"Sopeao" de tomate con hierbabuena

Lo que os cuento hoy tiene las lógicas variantes que siempre añado, pero su origen es el "sopeao" que hacía la abuela de mi amigo Miguel Benítez en El Coronil, un pueblo de la provincia de Sevilla. Le tengo especial cariño a esta receta, pero también al Coronil, a la casa de verano de esta magnífica familia (bajo el Castillo de las Aguzaderas), a los padres y hermanos de Miguel (gente acogedora como ya no queda), y desde luego a él, un amigo de esos que es un privilegio tener.

Como la mayor parte de las recetas antiguas, la base de esta es aprovechar con sabiduría y sentido común los productos cercanos y a la mano y combinarlos (como digo con sabiduría) con las cosas que sobran y que hay que reciclar. Esto es algo que en los pueblos afortunadamente se sigue haciendo, pero que a los urbanitas se nos ha olvidado. Creo que una de las (pocas) cosas buenas de esta puñetera crisis en la que andamos todos metidos es que está favoreciendo que dejemos de tirar la comida y volvamos a las costumbres de nuestros abuelos, criados en épocas de escasez, en las que todo valía para otra cosa más y todo se aprovechaba mil veces. Ellos aprendieron (y se nos ha olvidado, pero conviene recordarlo) que lo sensato es cocinar sin desperdiciar nada, aprovechando y re-aprovechando lo más básico para sacar de ello un contundente primer o segundo plato. Como debe de ser.

Para esta receta se utilizan verduras variadas (a ser posible de cerca de nuestra casa, de cultivos locales, a los que hay que apoyar en esta época tan mala), pan del día anterior, y alguna cosilla más. Se hace un refrito básico: yo suelo utilizar lo que tenga a mano, pero nunca faltan ajo, cebolla y pimiento verde. Sobre ese refrito se añade tomate triturado, sal y un toque de azúcar. A mí me gusta encontrarme los trocitos de verdura, pero si preferís un resultado más fino (o hay peques y/o gente delicada en casa para estas cosas) pues a picar fina-fina la verdura o a pasar el asunto por un pasapurés. Vamos, una fritada de tomate de toda la vida, pero en esta ocasión no nos interesa que el resultado quede espeso, porque en este refrito se tiene que empapar e hidratar el pan, así que hay que retirarlo del calor antes de lo normal, estando aún líquido. Ya fuera del fuego se añade un (buen) puñado de hojas de hierbabuena fresca, para que medio-infusionen y suelten su delicioso sabor pero sin que la salsa amargue. La mezcla del tomate y la hierbabuena es maravillosa, si no la habéis probado hacedlo, seguro que repetís. Mientras la mezcla reposa se corta el pan en rebanadas como de uno o dos dedos de grosor (mejor uno), y se baten unos huevos a los que se añade un pelín de sal, otro de pimienta negra recién molida, y muuuuuuuuuuuucho queso rallado. Ni hablar de bolsitas, por favor, que eso no sabe a nada: usad queso ya duro y a punto de claudicar que tengáis en casa ¡que esto es una receta de aprovechamiento!!!!! O un queso de verdad, pero las bolsas... es que no :((((

Le quitamos las hojas de hierbabuena a la salsa de tomate y la vertemos en una fuente apta para el horno, en la que antes habremos colocado una capa de las rebanadas de pan duro. Dejamos que se empape bien (si hace falta, se ayuda con algún cubierto y así de paso requete-empapamos el pan y lo distribuimos bien por toda la fuente) y, por encima, le colocamos el huevo con el queso. Esta última parte no la hacía la abuela de Miguel, pero la ha añadido (con buen criterio) Conchi Benítez, la hermana de Miguel, una estupenda cocinera de la que ya os he hablado y que me enseñó el truco para liar más rápidamente las croquetas por el que nunca le estaré lo bastante agradecida. Metemos la bandeja el horno con función gratinar y la dejamos hasta que se forme esa costrita tan rica.... salta a la vista :)

Se sirve como una especie de pastel salado, cortado en las porciones que os parezcan convenientes, y os aseguro que el resultado es magnífico, sabroso, contundente, una delicia. Mi hermano Carlos flipa con este plato, así que le dedico a él este post con especial cariño, para que tenga la receta "negro sobre blanco" y la disfrute cada vez que quiera; igual le sirve para, además de disfrutar, coger fuerza en sus competiciones (por cierto, él es bloguero de esos temas). Carlos y Pilar están a punto de ser papás, así que también le dedico este post a mi nueva sobri: ¡bienvenida Paloma!!!! Espero que disfrutes de esta receta al menos la mitad de lo que lo hace tu padre, y sobre todo espero que te pegues de vez en cuando a tu tía para aprender recetas tradicionales, de las de antes, de las que no se pueden perder, y que me gustaría que tú y tus primas aprendierais. Como este humilde pero delicioso sopeao :) 

domingo, 5 de febrero de 2012

Troncos de acelga esparragaos

El otro día andaba brujuleando por el Mercado de San Sebastián para acopiarme de fruta y verdura para toda la semana. Iba con una idea más o menos fija de las cosas que quería llevarme pero, y como suele ser habitual cuando voy "a la plaza" tranquila, bien acompañada, con predisposición traviesa y con calma para regodearme en lo que se me pone por delante, al final acabé comprando muchas delicias que se me antojaron allí mismo, sobre la marcha; es difícil no caer en la tentación cuando ves tanta maravilla. Cada vez lo tengo más claro: ¡al mercado!!!!!!

Una de las cosas que no andaban en mi cabeza pero que cayeron fue un magnífico racimo (manojo decimos por aquí) de acelgas frescas, verdísimas, prietas, aún con algo de tierra de lo frescas que estaban, con estos tallos o troncos tan bonitos... ¿Qué podía hacer? Pues comprarlas :) No tenía mucho sentido resistirse sabiendo la montaña de propiedades que tienen las acelgas, para tomar conciencia de eso y, en general, de lo que nos metemos entre pecho y espalda cada vez que comemos verdura echadle un vistazo al más que recomendable blog Cocina con salud de Arham. Y como se me antojó guisotear los troncos como lo hacía mi Tata Curra y lo sigue haciendo mi madre, esparragaos, con un huevo solo ligeramente cuajado encima, pues.... Aquí tenéis la receta: además de deliciosa es sana y económica, a ver quién se resiste.

 
Si las acelgas son buenas y están frescas (aquí tenéis las mías dentro de mi fregadero) hay que lavarlas a conciencia, una por una, porque (buena señal) suelen traer tierra; luego hay que separar las hojas de los troncos y, tras quitarles a estos la parte inferior (suele ser muy dura y tener mucho barro), y los hilos externos a los que son más grandes, se trocean y cuecen al vapor (a mí me encanta la verdura hecha así, pero también quedan bien hervidos en agua) hasta que al pincharlos estén aún enteros pero ya tiernos.



Como os podréis imaginar las hojas de acelga no se tiran, yo las trocedo groseramente y las cuezo (no suelen caber en la cesta para el vapor, aunque luego se quedan en nada), reservando el agua para el guisoteo del esparragao. Luego me las zampo de muchas maneras distintas, como más me gustan es simplemente refritas con unos ajitos, sal y comino... ¡de muerte lenta! Y ya ni hablamos de un revuelto con gambas, o guisadas con unos garbanzos, o en tortilla, o...

Pero dejemos a las acelgas y sigamos con los troncos. Una vez reblandecidos al vapor pero aún enteritos y con cuerpo, se prepara el esparragao como ya os he contado en la receta de las espinacas con garbanzos: necesitamos tener y tratar con esmero ajo, pan frito, vinagre, comino, sal gorda, pimentón de la Vera, laurel y agua, en esta ocasión la de haber cocido las acelgas. Con el aceite de oliva para todo este asunto conviene ser generosos, porque definitivamente el resultado es otro; este guiso, y las espinacas cocinadas así, quedan mejor con "un punto de más" de aceite. Pensad que el de oliva es una grasa sana y la mar de recomendable. Otro punto importante es usar el comino en grano en vez de molido, nada que ver, vamos. Hay una diferencia importante con la receta de las espinacas a la que me acabo de referir antes: aquí queremos bastante líquido porque, aunque los troncos se han puesto blanditos al vapor, conviene que cuezan un rato (10-15 minutos) en el asunto; además, lo suyo es que finalmente queden más bien líquidos, con una salsita espesa, en la que recomiendo cuajar un huevo por cabeza (me gusta en cazuelas individuales, para que cada uno haga lo que quiera) pero solo ligeramente, que se queden aún semi-líquidos, y al meter los cubiertos la yema se mezcle con el caldito y... ay.... Pero por si esto lo lee algún vegano o bien alquien a quien lo del huevo no le convenza, aquí tenéis el aspecto de esta delicia tal cual, sin nada más.


Este guiso es de los que me lleva a mi infancia. Y me hace mojar pan, sin compasión, a dos manos.... Espero que os guste :)

jueves, 10 de noviembre de 2011

Tortilla de calabacines para Ruth y Jose

Qué trabajito cuesta que los peques tomen verdura, sobre todo si no se los ha acostumbrado desde pequeños, ¿verdad? "Esto es verde" "Esto no me gusta" (sin haberlo probado, claro) ¿A que os suena? Esta receta que hoy os subo es simple pero deliciosa y, me consta, suele dar juego con los niños, quizá porque el aspecto es muy parecido al de una tortilla de papatas, que suele gustarles, así que el rechazo inicial lo superamos, pero cuando la prueban resulta que les encanta y se la comen, y así les podemos meter de contrabando verdurita sin que se enteren demasiado. Para adornarles el asunto podemos jugar con mayonesa, o con las porquerías que suelen gustarles (ketchup, mostaza y demás), pero con la tranquilidad de que por debajo de todo eso se están tomando un plato sano, sencillo y sabroso.

Necesitamos más o menos un calabacín mediano por comensal, algo de cebolla, sal, un hilo de aceite de oliva, un golpe de pimienta negra recién molida, y un microondas en el que meteremos estos ingredientes, convenientemente troceados, durante más o menos 10 minutos (esto evidentemente varía, si hacéis tortilla para muchas personas habrá que darle más tiempo). Me gusta dividir el tiempo de cocción en el microondas en dos fases, de manera que lo pongo 5 minutos, le doy unas vueltas, y luego otros 5 minutos. Una manía como otra cualquiera :) Aquí tenéis el antes y el después:



 Como el calabacín tiene mucha agua y estamos hablando del micro, el resultado será la verdura pochada pero aún durita (al dente) y con muuuucho líquido; conviene ponerla en un colador y que escurra bien ese jugo (si es mucha cantidad apretadla sin compasión con una cuchara), para que la tortilla cuaje bien. Esta preparación tan simple funciona además de perlas como guarnición de casi cualquier plato de carne, y si dejamos volar la imaginación con las especias, mejor (un ligero toque de comino le sube mucho el sabor, un buen puñado de perejil fresco le da eso, frescura...). A mí personalmente también me gusta añadirle, desde el principio, pimiento verde troceado. Pero hoy la cosa va de niños, en concreto de dos niños muy especiales, así que dejémoslo en calabacín y cebolla sin más. Sólo queda batir un huevo por persona (más o menos) y cuajar la tortilla para obtener un segundo o una cena deliciosa que, encima, está cargada de vitaminas.



 Con esta sencilla y humilde pero resultona receta quiero colaborar en la iniciativa de Rocío y José Manuel, del blog Las Recetas de Triana; como sabéis es uno de mis preferidos, y tengo una especial debilidad por estos dos trianeros y sus recetas. Además de ofrecernos generosamente muchas delicias, Rocío y José Manuel han propuesto hace poco que sus seguidores participemos en una hermosa iniciativa para apoyar, aunque sea simbólicamente, a Ruth, Jose y su familia. No tengo palabras para expresar lo que siento al pensar en ellos, están en mi corazón. Yo no sé si Ruth y Jose serán de los niños a los que les cuesta tomar verdura, pero deseo que vuelvan pronto para averiguarlo y, si le hacen ascos a "lo verde", a ver si con esta tortilla le pierden la manía al menos a los calabacines. Y si para eso hace falta "estropearla" con kepchup, mostaza, o cualquier barbaridad, lo haremos, faltaría más. Pero que vuelvan de una vez, por favor. De corazón.   

lunes, 1 de agosto de 2011

Huevos a la bandera española

Esta receta es muy pero que muy especial en mi familia materna. Como otras tantas cosas la  aprendí de la Tata Curra, que se la hacía a mis abuelos y a mis tíos y siempre era un éxito. En mi casa gusta muchísimo y a mi madre le emociona especialmente tomarla, imagino que porque le trae recuerdos de su infancia y su familia, pero con lo que de verdad disfruta es cuando ve a sus hijos y sobre todo a sus nietas zampársela... :) Hasta hace muy poco pensaba que los Huevos a la bandera española eran una receta familiar sin más, humilde pero contundente y sabrosa, y cargada de recuerdos deliciosos para todos nosotros. Pero hace unas semanas, trasteando en el muy (pero que muy) recomendable blog de Luz Con Delantal, me topé con esta receta (con ligerísimas variantes) y con la historia de cómo llegó a su familia política, en la que también es un plato muy tradicional. Rápidamente le mandé el enlace a mi madre y a mis tíos y, después de la sorpresa, han sido capaces de rastrear la conexión entre ambas familias y tradiciones, que explica la coincidencia. ¿No os parece bonito? Ventajas de Internet y de la ventana al mundo que supone :) Hoy le he preparado a mi madre (y a resto de mi familia) Huevos a la bandera española, y le dedico la receta a ella, a sus hermanos y hermanas, y muy especialmente a Luz, la autora de Con Delantal: muchas gracias por compartir todo lo que sabes en tu magnífico blog, y por hacernos conocer el origen de esta receta tan especial para nosotros. Mientras la hacía (casi-casi como ella me enseñó) estaba imaginándome lo que diría la Tata Curra de esta curiosa coincidencia... Pero eso mejor no lo cuento aquí :)

Necesitamos cocer un huevo por comensal, y preparar previamente una buena y contundente salsa de tomate casera: a mí me gusta pochar muchísima verdura (ajo, cebolla por un tubo, pimiento verde, puerro, zanahoria...) picada bien fina, luego añadir tomate maduro troceado (en invierno, tomate triturado de lata), sal, azúcar, perejil fresco y listo. Si tenéis prisa, o estáis vagos, o en casa no quieren encontrarse los trocitos de verdura (ellos se lo pierden...) incorporadla en trozos groseros y, al final, cuando el tomate esté ya bien frito, pasadlo todo por un pasapuré.

A continuación se hace una bechamel ligeramente espesa picando ajo y cebolla bien finos y pochándolos en aceite de oliva (o bien mitad aceite y mitad mantequilla, según os guste), luego se añade harina de repostería (más o menos la misma cantidad de harina que de grasa) y se hace una roux. Cuando esté se incorpora leche caliente (yo suelo usar 1/4 de litro por cada cucharada sopera no muy colmada pero hermosa de harina) y se remueve enérgicamente con las varillas, añadiendo finalmente sal, pimienta negra recién molida y nuez moscada, a ser posible también recién rallada. No es la primera vez que os cuento que esta forma de hacer la bechamel, que aprendí del estupendo cocinero Sergio Fernández, permite que el resultado no tenga ni un solo grumo. Pero ni uno.

Se mezcla esta salsa lista y aún caliente con las claras de los huevos duros previamente troceadas pero en pedazos gruesos, que nos los queremos encontrar :) Para conseguir el efecto de una bandera, vertemos todo esto en una rustidera rectangular; debe quedar una capa de más o menos dos dedos de grosor de bechamel con claras de huevo duro. Se cubre toda la superficie con una capa de un dedo (otra vez más o menos) de la salsa espesa de tomate frito casero y, en el centro, de pican o se rallan las yemas de huevo para formar una bandera de España.

Espero que os animéis a hacer esta sencilla receta, tan especial para dos familias. O al menos para dos familias que sepamos, porque igual, tirando de la guita, nos llevamos otra sorpresa... Quién sabe :)  

martes, 3 de mayo de 2011

Revuelto de merluza

Os propongo otra vez un plato secillo, sano y muy rico, que puede complicarse hasta donde os dé la gana añadiéndole muchas cosas. Yo he usado merluza (o similar) sin piel ni espinas y varias verduras, en concreto calabacín, puerro y pimiento verde. Lo he troceado todo y he añadido las verduras con un poco de sal y de pimienta negra a una sartén con fuego vivo, cuando estaban a la mitad (osea, ya un poco hechas pero aún enteritas y al dente) he incorporado los trozos de pescado y he dejado se se hiciera un poco. Entonces he añadido un par de huevos para hacer el revuelto pero sin batir, tal cual, porque me gusta mucho más el resultado. Lo he mareado todo un poco y listo, al plato y a la barriga :)

     

lunes, 21 de marzo de 2011

Tortilla de berenjenas, cebolla y pimiento verde

Qué rica la tortilla para cenar ¿verdad? Bueno, la tortilla se agradece en cualquier momento del día, pero yo tengo debilidad por tomarla en la cena, probablemente porque así me estrené en los fogones. Mi abuelo Mariano era muy rutinario, muy de costumbres fijas (algo de eso he heredado yo, la verdad sea dicha), y le gustaba cenar siempre lo mismo: sopa de puchero, tortilla a la francesa y un plátano. Y cuando digo siempre, quiero decir literalmente eso, siempre. Así que mi abuela Carmen le hacía todas las noches una tortilla a la francesa. Uno de mis primeros recuerdos en la cocina, muy pequeña, es ver a mi abuela cuajando una tortilla, llegó un momento en el que me dejó echarle la pizquita de sal, luego fuí subiendo enteros y me gané el privilegio de batir el huevo (todavía recuerdo cómo me explicó que no se le da la vuelta en círculos, sino que se bate) y, al final, y bajo su atentísima mirada, cuajé una tortilla y, así, cociné por primera vez. Os parecerá una chorrada pero, para mí, tan pequeña, fue emocionante. Así que hacer tortilla para cenar me trae olores y sensaciones muy entrañables.

A lo que iba, que hoy me he hecho (para cenar :D) una tortilla con una berenjena bien hermosa, media cebolla y medio pimiento verde. Lo primero que hay que hacer es trocear las berenjenas y dejarlas reposar en agua con mucha sal, para que pierdan su amargor característico. Y cuando digo mucha sal, digo muchísima sal. Las he tenido reposando media hora (mientras hacía otra cosa para almorzar el día siguiente, que ya subiré en la próxima entrada) y, pasado ese tiempo, fijáos cómo se ha quedado el agua de oscura: suele pasar, y lo único que significa es que la berenjena ha soltado el punto ese amargo que tiene muchas veces y que, si no se lo rebajas, te fastidia cualquier cosa que hagas con ella.

Luego he escurrido y enjuagado muy bien las berenjenas, y las he mezclado con la cebolla y el pimiento troceados, he añadido un golpe de pimienta negra recién molida y un chorreón de aceite. Me gusta mucho pocharlas en el microondas (rápido, cómodo, permite usar poco aceite y así la berenjena no se queda pringosa) y luego dar un último golpe de calor en la sartén. Han estado 4 minutos, las he removido un poco, y luego 4 minutos más. Aquí tenéis el resultado a la salida del microondas y después del toque de sartén. Ya sólo queda echarle un par de huevos (literalmente :D) a esa mezcla, no sin antes comprobar cómo está de sal (os recuerdo que no hemos añadido nada, porque las berenjenas lo absorven todo y pueden haber quedado saladas), si hace falta, rectificar, y cuajar la tortilla.

Una receta sencilla, exquisita, sana... y que me recuerda a mis abuelos. Estupenda cena!
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...