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lunes, 5 de febrero de 2018

Fideua (exprés) de gambas

Hace años que descubrí las ventajas de tener (siempre) en el congelador una buena ración de gambas arroceras. Ya sabéis, me refiero a esas gambas de tamaño medio-chico: las pobres no dan para cocerlas y comértelas tal cual, pero son ideales para cocinar: en un arroz, un revuelto, de base para unas croquetas... Las compro en la Plaza del Carmen (ya os he contado muchas veces que, en mi tierra, llamamos así a los mercados), y me gusta tenerlas como "fondo" de congelador porque, dándole un par de meneos a la bolsa en la que estén, se separan muy bien y puedes utilizar las que quieras para lo que quieras :) Por ejemplo para la receta que os traigo hoy, un guiso de fideos chicos con (mucha) verdura y gambas. Esta receta es exprés porque si tenéis este tipo (u otro) de gambas congeladas, y un fondo de verduras razonablemente digno (vamos, lo mínimo que se despacha...), podéis hacerla casi sin planificación y disfrutar de un guisote rápido, muy rico, y sin complicaciones.

Para dos-cuatro personas basta con un puñado de gambas que pelaremos, reservando los cuerpos y cociendo las cabezas y las cáscaras en agua, sal y, si se tercia, alguna hierba (me gusta añadir perejil pero hoy no tenía...). Así haremos un fumet muy básico, que es uno de los puntos definitivos de esta receta. A las malas podéis usar solo agua pero... nada que ver :)



Además hay que preparar un refrito en burunoise de, al menos, ajo, cebolla, pimiento verde, tomate y, si es posible, zanahoria y puerro (obviamente, lo SUYO es añadir más metralla verde: si tengo -que hoy no ha sido el caso- también cae apio y pimiento rojo). Para esto esta vez he estrenado el MAGNÍFICO cuchillo que veis en la foto (Arcos es, con diferencia, mi marca preferida) y que me ha regalado hace poco un amiguito :) No siempre puedo (de hecho, casi nuca) pero me encanta guisar con la mise en place...



También hay que tostar previamente y bien los fideos: deben ser finos (por aquí los llamamos "fideos cabellín"; yo los uso integrales) y se deben tostar en una sartén, con un hilo de AOVE, y sin parar de moverlos para que no se quemen... cuidado... son tan pequeños que se van en un pis-pás... Deben tostarse ligeramente pero sin quemarse. Aquí veis el antes y el después.




Con todo eso preparado (el fumet, las gambas, el mise en place de las verduras, y los fideos tostados) ya podemos empezar: sartén al fuego con AOVE y todas las verduras (menos el tomate) a rehogar, cuando estén se añade el tomate y se dan varias vueltas. ESTE es el momento de añadir hierbas y/o especias al gusto de cada cual, yo -como siempre- he añadido pimienta negra recién molida pero probablemente este guisote admite también otras cosas: azafrán, cúrcuma, quizá alguna mezcla oriental tipo ras-el-hanout... imaginación al poder :)



Luego se incorporan los fideos previamente tostados, el fumet (que cubra como un dedo por encima del guiso), y las gambas. Y a cocer hasta que reduzca el líquido, luego un rato de reposo y... ¡listo!




Como con muchos arroces, me gusta rematar esta fieduá con un falso alioli (vamos, una mayonesa casera con ajo); puede parecer raro pero os aseguro que le da un punto increíble. Siguiendo en esencia la misma lógica que os he contado, se puede hacer fideuá casi de cualquier cosa: la ventaja es que este guiso es mucho más agradecido y facilón que el arroz y está igual de rico. Ya me contaréis :)

sábado, 29 de abril de 2017

Quinoa con pollo y gambas (para Ricardo G)

A diferencia de otros alimentos que se ponen de moda y luego caen desuso (porque no dejan de ser eso, modas), yo creo que la quinoa ha llegado para quedarse. Se la define como un pseudocereal porque, aunque se usa básicamente como estos (sobre todo se parece, en su forma de tratarla, al arroz) en realidad es una semilla, que a pesar de que se haya puesto de moda ahora (al menos en España) se viene utilizando desde hace tiempo en países andinos (los de mayor producción son Perú, Ecuador y Bolivia). Lo mejor de la quinoa es que es muy muy muy sencilla de preparar y que tiene muchas e interesantes propiedades (mirad por ejemplo aquí o aquí). Como soy tan novelera estoy desde hace un tiempo jugando con ella, y la verdad es que cada vez me gusta más. Me parece un ingrediente interesante, cómodo y resultón, al que le pasa lo que al arroz o a la pasta: en sí mismo no sabe a nada o a casi nada, pero dependiendo de cómo lo trates y con lo que lo combines da juego. Y si encima es sano pues... a mi casa, a mi cocina, para mi salud y la de los míos. Hoy os cuento una receta de lo más simple con quinoa y algunos trucos para prepararla, espero que os guste la entrada. Pero sobre todo espero que le guste a mi amigo Ricardo, que anda últimamente fastidiando con intolerancias varias sobre todo al gluten. Cuñao, creo que esta receta la puedes tomar y, si no es así, pues quita-pon lo que te parezca, pero la quinoa seguro que puedes dejarla. Y en cualquier caso pues eso, que ya sabes lo mucho que te quiero, jodío :)

Vamos a la receta. La única precaución (por llamarla de alguna manera) que hay que tener es que los granos de quinoa, tal y como los encontramos en tiendas y supermercados, traen una capa externa de saponina, una sustancia que como otras muchas solo es tóxica ingerida en grandes dosis pero que, cuanto menos, es amarga y conviene eliminarla. Solucionar este pequeño problema es tan sencillo como sumergir la quinoa en agua, frotarla suavemente con los dedos (observaréis que el agua se pone turbina) y cambiar el agua varias veces hasta que veáis que tras frotar los granos el agua queda limpia. Punto :) Mirad el antes y el después, en este caso con una taza de quinoa y tras cinco cambios de agua.



A partir de ahí, imaginaos que estáis haciendo un arroz. Pues igual. La quinoa vale como guarnición (ella sola) o como ingrediente fundamental de un plato con protagonismo propio (si lleva más cosas). Como guarnición de otra cosa, o como elemento central de una ensalada, si la cocéis tras sofreírla con un poco de ajo, mejor. Si en vez de en agua la cocéis en un líquido con cierta metralla (un caldo de lo que os venga bien: de pollo, de verduras, de carne, de marisco...), también mejor. Lo que he hecho hoy es lavar la quinoa como antes os he explicado, y preparar un sofrito de muuuucha verdura en burunoise (ya me conocéis); hoy han caído ajo, cebolla, puerro, pimiento verde, y al final un poco de tomate rallado. Ahí he añadido pechuga de pollo troceada en tacos pequeños, le he dado un par de vueltas (se hacen muy rápido), le he añadido un golpe de sal gorda y otro de pimienta negra recién molida, otro par de vueltas más, y un chorreón (no sabría deciros) de vino blanco (en este caso fino), un puñado de perejil fresco picado y un poco de cúrcuma (por aquello del color pero también porque, de paso, te metes entre pecho y espalda algo con muchas propiedades, yo hace tiempo que dejé de usar los colorantes alimentarios). Se dan varias vueltas más y, sobre esa preparación previa, se añade la quinoa convenientemente enjuagada, se le dan varios meneos, y se añade el doble de la cantidad de líquido; en mi caso, un caldo hecho con las cabezas y las cáscaras de unas gambas que he troceado y dejado reservadas para añadirlas en los últimos minutos de cocción del asunto (las gambas, y más si están troceadas, se hacen en un pis-pas; ponedlas muy al final). Se deja cocer todo hasta que la quinoa absorba el líquido (suele tardar lo mismo que el arroz) y listo.





Desde esta receta (por llamarla de alguna manera, porque es muy básica) podéis tontear con la quinoa tanto como queráis. Ya me contaréis, aquí o en la página de Facebook de Gastronofilia. Bss!!!!!!

martes, 6 de enero de 2015

Migas con chorizo (by ACA-D)

Ya sé que, tomadas con frecuencia, son muy calóricas y poco recomendables para los que no hacemos trabajos físicamente duros, pero es que tengo debilidad por las migas... Bien hechas (jugosas pero no secas y muy sueltas, con su correspondiente metralla, osea, con grasa en condiciones y los tropezones convenientes) son, creo yo, un manjar muy poco valorado. Como con tantas otras cosas, tendremos que esperar a que venga de fuera un extranjero con una cabeza bien amueblada, las ponga en valor, las venda como churros (por cierto, ya está pasando con estos) fuera de España, y se cubra de gloria... y nosotros sin enterarnos de nada y con cara de póquer... Siempre nos pasa lo mismo. Y así nos va... :/

Yo creo que a las migas les pasa, en parte, lo mismo que al gazpacho: hay miles de variantes y en cada sitio se hacen de una manera. He probado todas las que he podido y lo pienso seguir haciendo mientras el cuerpo me aguante. Pero las de harina... no me terminan de convencer. Las que me gustan son las migas de pan, aprovechando los restos del ídem, y mientras más metralla (chorizo, panceta, pimiento frito...) lleven, mejor. Lo que pasa es que, siendo aparentemente muy simples y sencillas de hacer, las migas tienen su miga... yo creo que no es fácil darles el punto que tienen que tener. Ya os digo que he probado muchas, pero pocas como las que hace mi primo Antonio Cadillá (ACA-D), un cocinillas al que quiero mucho y del que ya os he hablado en alguna ocasión (por ejemplo aquí o aquí). A ACA-D las migas le quedan como tienen que quedar: sueltas, sabrosas, jugosas... Y el tío se empeña en quitarle mérito al asunto (siestoesmuysimple, enrealidadestonotieneciencia), pero lo cierto es que el muy..... las borda. Este 1 de enero, pasando el Fin de Año juntos con mucha más familia (:D), decidió que arrancáramos el año con unas migas con ajo y chorizo. Lógicamente me pegué a él como una lapa, preguntando y haciendo fotos como una loca para intentar pillar lo que pudiera de un asunto que, como os digo, merece la pena. En esta entrada voy a tratar de contaros lo que vi ese día; es decir, el post es mío pero la receta de ACA-D. En resumen, las quejas y los comentarios "puristas" sobre las migas me los dirigís a mí (que probablemente no he sabido trasladar lo esencial del asunto), pero las alabanzas a esta delicia, que seguro que no serán pocas, deben ir dirigidas a ACA-D, que es el auténtico responsable de esta receta. 

Según los puristas las migas sólo se deben hacer con pan de miga dura que tenga varios días de asiento, y solo deben cortarse a cuchillo, "desmigando" la hogaza con mucha paciencia... ACA-D lo que hizo es "reciclar" el pan de varios días de su casa (tuviera el pan que tuviera -bollos, vienas...- y estuviera como estuviera -uno, dos, tres días...-) y darle unos golpes a hierro en la Thermomix. Y con ese resultado se vino al Rocío a pasar el Fin de Año, para hacer el día 1 de enero estas migas :) Lo que sí es verdad es que había acumulado migas de pan para un regimiento, aquí veis lo que se trajo... También le veis mojando el asunto con agua que antes había mezclado son sal; la idea según él no es empapar mucho las migas sino humedecerlas para que se puedan trabajar (pensad que estamos hablando de pan duro o medio-duro que se va a cocinar durante bastante rato). Un puntito, vamos.



Seguimos con los previos. El medio no es baladí: lo suyo es hacer las migas en una perola hermosa, con un buen fondo de aceite de oliva virgen extra. Por cierto que, en esta ocasión, las migas fueron una batalla comunitaria en la que el que se acercó a la perola tuvo que currar... Para empezar aquí veis a mi Tío Antonio A-D metido en harina, ayudando al cocinero a encender y cuadrar la perola. 


Ya sabemos que las migas llevan muuuucho condumio y la metralla grasienta que se tenga (chorizo, panceta, morcilla...), pero hay un previo muy importante que merece atención: ajo. Pero mucho ajo. Y nada de chorradas de pitiminí: el ajo entero, machacado con su piel y con la parte plana del cuchillo, como debe de ser. Ese ajo hay que echarlo en la perola para que se haga y, de paso, aromatice el aceite: despacio, sin prisas, meneando el asunto...






Mientras tanto (o mejor antes) hay que preparar el condumio. Tal y como yo lo veo mientras más haya (pimiento, panceta, morcilla...) mejor, pero en este caso tiramos de un magnífico chorizo, nada más. Y nada menos. En línea con lo que antes os contaba (el que se acerque, curra) apareció Gonzalo CA-D (que también ha salido por aquí alguna vez) y lo pusieron a preparar el chorizo...


Cuando los ajos estaban algo tostados pero aún no hechos del todo, ACA-D los apartó a los lados para hacerle sitio al chorizo que venía... La idea es que los ajos se cocinen a su ritmo y a su manera, pero que el chorizo tenga el mismo tiempo y el mismo derecho. Pensadlo: si con el ajo listo y perfecto se añade el chorizo (o lo que sea con grasa: panceta, morcilla...) probablemente el ajo se arrebate. Es una buena idea esta de ponerlos en los laterales, y mientras dejar que lo que sea se cocine en medio y mezclarlo luego...  



Cuando el asunto esté como tiene que estar (en este caso el chorizo y el ajo) hay que apartar ese lío a otro recipiente para, sobre el aceite y el veneno que han quedado, seguir trabajando las migas.  


Hay que echarlas en la perola, sobre la grasa que ha quedado del paso anterior...

Y lo que queda ahora es trabajar, trabajar y trabajar. Darle muchísimos meneos a las migas, sin prisas, pero sin parar. A fuego medio (cuidado si en una de las vueltas os sale la base de las migas muy tostada, vamos mal), meneos y más meneos.... Si en una parte del proceso veis las migas secas y aún crudas (pellizcad y probad), hay que añadir un golpe más de agua con un poco de sal y seguir meneando y meneando... Si están (pellizcando y probando) aún húmedas significa que hay que seguir meneando y meneando...

En esta parte del proceso ACA-D implicó a todo el que se acercó a mirar... ¿Te gusta el tema? Pues ven aquí y da unas vueltas... Pringaron/pringamos, que yo recuerde, además del autor de esta receta y yo misma, mi Tío Antonio A-D, mis primos Fernando Serrano, Susana Puente Guisado, Gonzalo CA-D, y mi Tío ACZ... Lo dicho, el que se acercaba... colaboraba :) 






Lo que quedó, después de tanto meneo y tanta vuelta de tanta gente, fueron estas magníficas migas con ajo y chorizo. Algunos optaron (con buen criterio) por cubrirlas con un huevo frito (en aceite de oliva, y hecho en la misma sartén en la que habían hecho las migas); otros preferimos degustarlas tal cual, sin pensar en nada, solo en lo riquísimas que están y en lo injustamente poco valorado que está este plato... Cuando se enteren los yanquis... ;)


domingo, 9 de febrero de 2014

Crema de ajo

Este año por mi cumple me han regalado una pequeña joya, el recetario de sopas y cremas de Anne-Catherine Bley. Curioseando por la red he descubierto que esta señora es la responsable de Le bar à soupes, un rinconcito en Paris dedicado a calentar el estómago y animar el alma a base de cuchareo. Leer el librito de recetas de Bley me ha encendido la imaginación, especialmente su propuesta de crema de ajo que, inevitablemente tuneada (;D), os cuento en este post. La receta es de lo más simple y con ingredientes de los que siempre hay de fondo de cocina, de manera que es ideal para esos días en los que te pilla el toro y no sabes qué hacer. El resultado es delicioso si (como yo) sois forofos de las sopas y las cremas. Espero que os guste :)

Para obtener más o menos un litro de crema hay que pelar y trocear groseramente (luego los vamos a triturar... para qué complicarse la vida) dos cabezas de ajo, un puerro hermoso o dos pequeños, dos o tres patatas (esas sí que debéis cortarlas en trozos pequeños, si no la cosa se alarga mucho), y sofreírlos en aceite de oliva y un poco de mantequilla. La crema sale mucho mejor si se empieza por el ajo solo y se lo deja un ratito, sin que se haga, lo justo para que el aceite pille su sabor antes de añadir el puerro y la patata. Cuando todo el asunto tenga ya consistencia casi como para tortilla se añade medio litro de leche y otro medio de agua, se adereza con sal y pimienta negra recién molida, y se deja cocer un rato. Luego se tritura bien y, si os gustan las cremas finas, se cuela usando un chino o un pasa-purés. ¡Listo! Una delicia reconfortante para los días de lluvia y frío, esos que no queda más remedio que pasar y que además hacen falta para que luego el campo dé las maravillas que da, pero que se hacen más llevaderos con un tazón de algo calentito entre las manos. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Sopa de picadillo para #RecetasSolidariasParaNavidad

Esta deliciosa sopa es uno de los clásicos en la cena de Nochebuena en casa de mis padres; la solemos tomar al final, calentita, para asentar el estómago después del lote de otras cosas que se ponen a la mesa ese día. Algún año hemos acabado completamente hartos y mi madre ha propuesto dejarla para el día siguiente, pero a esa (mala) idea le ha seguido una sarta de protestas de todos, sobre todo de mi padre y de mis hermanos Mariano y Carlos, que son los más soperos del mundo mundial. En nuestra Nochebuena la cena acaba con un buen plato de sopa de picadillo sí o sí, y no hay más que hablar :) La versión navideña de mi madre tiene como base el caldo de haber cocido el pavo trufado y sabe a gloria, pero en realidad esta sopa puede hacerse con otros fondos de caldo, menos liosos y (sobre todo) más económicos. Como la propuesta que os cuento hoy, mi segunda contribución a la genial iniciativa #RecetasSolidariasParaNavidad: recopilar recetas económicas, asequibles, y a ser posible a partir del aprovechamiento de otros líos. El objetivo es que, entre todos, ofrezcamos ideas interesantes para las fechas que vienen, en las que el que más y el que menos ha recibido un tijeretazo en su bolsillo. Pero es que hay (muuuucha) gente a la que, directamente, le han quitado el bolsillo entero, para dárselo a... bueno, mejor no abramos ese melón, que voy a cabrear y esa no es la idea. El objetivo de #RecetasSolidariasParaNavidad es compartir recetas que permitan poner encima de la mesa delicias a la altura de estas fechas, pero ajustadas a las posibilidades de las (muuuuchas) familias a las que esta dichosa crisis está obligando a apretarse (muuuucho) el cinturón, y también para todos los que están (estamos) mirando todo el santo día lo que vale cada cosa.

Para hacer una buena sopa de picadillo hacen falta tres cosas: un fondo de caldo, huevo duro picado y tacos de jamón. En invierno me gusta hacer caldo de pollo por litros, luego lo congelo en botes y voy tirando de ellos para muchísimas cosas. Dependiendo de la cantidad que queráis hacer, solo hay que poner a hervir una o dos carcasas (si solo queréis el caldo) o bien uno o dos cuartos traseros (si os interesa hacer alguna otra cosa luego con el pollo cocido), retirando las veces que haga falta la espuma que sale, y añadiendo verduras (lo que tengáis, pero no deben faltar zanahoria, puerro, apio y nabo), sal y un manojo de perejil fresco. Claro que se puede complicar y ennoblecer este caldo (por ejemplo con un hueso de jamón, o uno de codillo con su tuétano, o tocino, o espinazo, o...), pero la versión básica que os acabo de contar es económica, muy sana, y os aseguro que deliciosa. Y claro que se puede (y se debe) utilizar el caldo que obtenemos al preparar un puchero :) Pero si no tenéis, coced la preparación anterior (a pelo no menos de una hora, en una olla exprés o en una super-rápida menos tiempo, claro), la coláis, y así tendréis un magnífico caldo de pollo útil para muchas cosas. Por ejemplo para, añadiendo huevo duro (yo suelo rallarlo, que es más rápido) y tacos de jamón (los que vienen en paquetes pequeños son baratos y dan el avío para este tipo de recetas), poner en la mesa una estupenda sopa de picadillo, en fechas nobles o en días normales y corrientes, sólo para disfrutar con la cuchara :)

jueves, 26 de septiembre de 2013

Lentejas vegetarianas

Tal y como yo lo veo, hay pocas cosas tan sencillas y simples y al mismo tiempo deliciosas y sanas como un buen plato de lentejas. Se trata de una legumbre interesantísima y muy recomendable; no os voy a aburrir con un listado de sus propiedades y ventajas (que son muchas) pero, si os pica la curiosidad, mirad por ejemplo aquí. No obstante las lentejas están, creo yo, poco valoradas, quizá como (casi) todas las cosas baratas y a la mano que tenemos y que asociamos a la cocina de-toda-la-vida. Fijaos si no en nuestro refranero: Lentejas comida de viejas, si quieres las comes y si no las dejas. Pues será de viejas, pero a mí es que me encantan y me sientan la mar de bien, igual es que me hago mayor :) Así que cuando me pongo a ello las preparo en cantidad porque, encima, admiten bastante bien el congelado y, así, las tengo a mi disposición sin complicaciones cada vez que quiero. Que es casi cada semana durante el invierno: antes de irme al trabajo, ¿qué se come hoy?, lentejas, así que dejo descongelando la fiambrera de turno, y al llegar a casa se calientan y listo :) Con un segundo plato bien pensado te solucionan el día y, así, son parte fundamental y deliciosa de una dieta que me parece magnífica, para viejos o para quien quiera :)

Después de hacer muchas pruebas he acabado modificando a mi gusto la receta que aprendí de mi madre, y os cuento en este post cómo preparo las lentejas en mi casa, con muuuucha verdura y otras cosillas pero absolutamente nada de carne (pollo, chorizo o morcilla, como suele ser habitual), porque sientan mucho mejor y quedan muy sabrosas. Si las probáis, veréis como no echáis de menos la carne en este guisote :)

Hay muchas variedades de lentejas pero a mí me gusta utilizar las que son pequeñas porque quedan más finas y, además, no hay que andar con complicaciones de tenerlas en remojo muchas horas antes. ¿O es que que nunca se os ha apetecido prepararlas sobre-la-marcha, sin remojos previos muy largos y complicaciones? Pues eso :) Basta con tenerlas en agua mientras preparas el resto de los ingredientes, y con eso basta. Yo troceo en una burunoise media (trocitos pequeños pero que me pueda encontrar luego, porque me encanta) muchísima verdura. Varía, pero intento que no falten ajo, cebolla, pimiento verde y rojo, puerro zanahoria. Si tengo en casa y me da por ahí, también añado apio y/o patata, pero según me parezca (hoy no tenía). Hago un sofrito rápido de toda la verdura con aceita de oliva y sal, para que suden, y las dejo marearse un rato sin llegar a pocharse.


Cuando la verdura está ya algo hecha pero aún entera, añado tomate natural rallado, pimentón (dejáos de chorradas, tiene que ser de la Vera, a mí el que más me gusta es el de La Chinata), polvo de ñoras (se encuentra en las tiendas de especias al peso de cualquier mercado que se precie) y un golpe de comino. Todo esto se marea bien con las verduras rehogadas, y el aroma que va saliendo de la mezcla de verduritas y especias.... es una delicia que abre el apetito :)


Pasados uno o dos minutos (lo justo para que todo se mezcle y se integre) se añaden las lentejas escurridas de agua, una hoja de laurel (esto le encantará a ACZ ;D) agua como para que cubra holgadamente el asunto, y se prueba y rectifica de sal. Y, como todos los guisos tradicionales, lo que toca ahora es dejar que haga chup-chup a fuego suave, hasta que reduzca el líquido a vuestro gusto. Como son pequeñas y han tenido un rato de hidratación la cosa no se demora demasiado, y en 15-20 minutos (más o menos) pueden estar listas. Yo las apago incluso antes, porque me gusta que queden caldositas y aún enteras.... de cuchara, vamos.

Con buenas y abundantes verduritas, y sobre todo con las especias que os he contado, os aseguro que esta receta queda muy sabrosa y no necesita nada de carne ni de grasa añadida. Pero allá cada cual... yo las prefiero así. Como antes he dicho este guisote se congela muy bien así que os recomiendo que, ya que os ponéis, hagáis en buena cantidad para que el trabajo os sirva para más de una ocasión. Cuchareo calentito y sanote en invierno.... ¿quién da más?

martes, 2 de abril de 2013

Pochas con chorizo en El Anzuelo (El Puerto de Santa María, Cádiz)

Cocinar para mucha gente y un buen bar son dos de las muchísimas cosas que me gustan y con las que disfruto. Esta Semana Santa he podido combinar las dos cosas guisoteando en El Anzuelo, un bar de tapas que podéis encontrar en Puerto Sherry, en El Puerto de Santa María (Cádiz), y al que os recomiendo que vayáis. En medio de tanta cocina sofisticada y requetecompleja, El Anzuelo ofrece tapas sencillas y caseras a muy buen precio, con un trato excelente, y frente al mar y los barcos. El ambiente es muy muy muy agradable, ya os digo que merece la pena ir por allí. 




Pero vamos a la receta y a cómo acabé haciéndola. Las culpables fueron unas espinacas con garbanzos que preparé un par de días antes y que gustaron mucho, tanto que los dueños me enredaron con el asunto de las pochas. Nunca las había hecho y había que improvisar porque era el guiso del día, así que me lié la manta a la cabeza y salió lo que os cuento en este post. Estoy segura de que no se harán así, pero... salieron ricas :)

Preparé un sofrito poco hecho de ajo, cebolla, pimiento verde y rojo, puerro, zanahoria y tomate, cuando la verdura estaba ya algo blanda pero no pochada añadí pimentón de la Vera, sal, un buen puñado de perejil fresco y agua, y pasé todo esto por la batidora y por el pasapurés, con idea de obtener un caldo espeso en el que cocer (no demasiado, vienen en lata ya blanditas y con un punto muy bueno) las pochas y los chorizos troceados. Y listo! 


lunes, 15 de octubre de 2012

Arroz caldoso con gambones y coquinas

Otra vez he aprovechado un estupendo fin de semana con amigos para guisotear en compañía, en esta ocasión un arroz caldoso a base de productos de la tierra que preparamos y nos comimos en la casa que Juanjo tiene en Islantilla. Los ingredientes básicos fueron gambones y coquinas (compradas en el Mercado del Carmen), arroz redondo, paciencia, cariño, y una buena compañía que además ayude un poco.  Me gusta mucho hacer arroz caldoso y esta vez ha salido especialmente rico, no sé si porque los ingredientes eran excelentes, porque la compañía echó una mano, porque hacía sol y estábamos rodeados de verde, porque durante el proceso nos reímos mucho, o porque el fin de semana ha sido magnífico en todos los sentidos. Aunque igual ha sido por todo esto a la vez: cocinar en buena compañía y con buen ambiente es muy agradable y es difícil que, así, las cosas no salgan bien :)

Empecé abriendo (unos minutos en el microondas) unas coquinas pequeñas que encontré en la plaza a buen precio. Tengo que confesar que buscaba almejas arroceras normales y corrientes, pero como no había pues... Una vez abiertas las dejé en un plato para que perdieran algo el calor. Mientras empecé a preparar un fumet, por el procedimiento que ya os he contado en alguna ocasión, con verdura troceada (esta vez ajo, cebolleta, pimiento verde y tomate) y las cabezas y cáscaras de unos gambones que, como podéis ver, Carmela y Paco pelaron a conciencia mientras se tomaban un tinto de verano :)



 


A estas alturas las coquinas ya se podían manipular, así que volví a pedir ayuda para irlas separando de las cáscaras de una en una; esta vez también colaboró Virginia :) Como con los gambones, la idea es que este plato se pueda tomar sencillamente con la cuchara y sin tener que trabajar mientras uno se lo zampa, de ahí lo de pelar previamente los gambones y las coquinas y, en el caso de los primeros, trocearlos en porciones de cuchara. Los pinches ya habían acabado con el tinto de verano y, en este paso, le dieron a la cerveza fria :)



El líquido que sueltan las coquinas sabe a mar y es una pena desperdiciarlo, así que lo colé y lo añadí a la cacerola en la que se estaba preparando el fumet que, además de lo habitual (el refrito de verdura y las cabezas de los gambones) también se llevó este caldito tan rico y un chorreón de vino blanco, un buen puñado de perejil fresco y otro igual de culantro o cilantro. Y a cocer, no más de 15-20 minutos. Esta vez no lo pasé por la batidora, sencillamente lo colé.

 
No os creais que Juanjo no ayudó, estaba preparando en el patio el montaje en el que finalmente hicimos el arroz. No lo pillé con la cámara mientras lo hacía, pero sí el resultado final: un rosco de los que se utilizan para paella y un perol bien hermoso:

  
Con un buen fondo de aceite en el perol sofreí un rato el arroz (redondo ¿eh? nada de arroz largo para esta y cualquier receta de arroz caldoso) y luego añadí algo más del triple del fumet. Como con el risotto, en este tipo de preparaciones combiene remover el asunto durante la cocción para que el arroz suelte almidón y el caldo quede espeso. Cuando el arroz estaba casi listo (aún a falta de unos minutos) apagué el fuego y añadí los tropezones (los gambones troceados y las coquinas) que prácticamente no requieren mucho más tiempo y, si nos pasamos, se acaban secando. Así que unos minutos de reposo (en los que el arroz se termina de rematar) y listo, al plato.






El patio de casa de Juanjo está orientado al sur y da a un enorme campo de golf, de manera que la preparación, la comida y la tertulia posterior fueron al sol, disfrutando de la vista de una grandísima extensión de cesped rodeada de árboles. La verdad es que todos repetimos (alguno incluso requete-repitió) y, al final, no sobró nada... 
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